sábado, 31 de outubro de 2015

Relato com um fundo de água




Julio Cortázar

No te preocupes, disculpame este gesto de impaciencia. Era perfectamente natural que nombraras a Lucio, que te acordaras de él a la hora de las nostalgias, cuando uno se deja corromper por esas ausencias que llamamos recuerdos y hay que remendar con palabras y con imágenes tanto hueco insaciable. Además no sé, te habrás fijado que este bungalow invita, basta que uno se instale en la veranda y mire un rato hacia el río y los naranjales, de golpe se está increíblemente lejos de Buenos Aires, perdido en un mundo elemental. Me acuerdo de Láinez cuando nos decía que el Delta hubiera tenido que llamarse el Alfa. Y esa otra vez en la clase de matemáticas, cuando vos... ¿Pero por qué nombraste a Lucio, era necesario que dijeras: Lucio?
         El coñac está ahí, servite. A veces me pregunto por qué te molestás todavía en venir a visitarme. Te embarrás los zapatos, te aguantás los mosquitos y el olor de la lámpara a kerosene...Ya sé, no pogas la cara del amigo ofendido. No es eso, Mauricio, pero en realidad sos el único que queda, del grupo de entonces ya no veo a nadie. Vos, cada cinco o seis meses llega tu carta, y después la lancha te trae con un paquete de libros y botellas, con noticias de ese mundo remoto a menos de cincuenta kilómetros, a lo mejor con la esperanza de arrancarme alguna vez de este rancho medio podrido. No te ofendas, pero casi me da rabia tu fidelidad amistosa. Comprendé, tiene algo de reproche, cuando te vas me siento como enjuiciado, todas mis elecciones definitivas me parecen simples formas de la hipocondría, que un viaje a la ciudad bastaría para mandar al diablo. Vos pertenecés a esa especie de testigos cariñosos que hasta en los peores sueños nos acosan sonriendo. Y ya que hablamos de sueños, ya que nombraste a Lucio, por qué no habría de contarte el sueño como entonces se lo conté a él. Era aquí mismo, pero en esos tiempos— ¿cuántos años ya, viejo?— todos ustedes venían a pasar temporadas al bungalow que me dejaban mis padres, nos daba por el remo, por leer poesía hasta la náusea, por enamorarnos desesperadamente de lo más precario y lo más perecedero, todo eso envuelto en una infinita pedantería inofensiva, en una ternura de cachorros sonsos. Éramos tan jóvenes, Mauricio, resultaba tan fácil creerse hastiado, acariciar la imagen de la muerte entre discos de jazz y mate amargo, dueños de una sólida inmortalidad de cincuenta o sesenta años por vivir. Vos eras el más retraído, mostrabas ya esa cortés fidelidad que no se puede rechazar como se rechazan otras fidelidades más impertinentes. Nos mirabas un poco desde fuera, y ya entonces aprendí a admirar en vos las cualidades de los gatos. Uno habla con vos y es como si al mismo tiempo estuviera solo, y a lo mejor es por eso que uno habla con vos como yo ahora. Pero entonces estaban los otros, y jugábamos a tomarnos en serio. Sabés, lo terrible de ese momento de la juventud es que en una hora oscura y sin nombre todo deja de ser serio para ceder a la sucia máscara de seriedad que hay que ponerse en la cara, y yo ahora soy el doctor fulano, y vos el ingeniero mengano, bruscamente nos hemos quedado atrás, empezamos a vernos de otro modo, aunque por un tiempo persistamos en los rituales, en los juegos comunes, en las cenas de camaradería que tiran sus últimos salvavidas en medio de la dispersión y el abandono, y todo es tan horriblemente natural, Mauricio, y a algunos les duele más que a otros, los hay como vos que van pasando por sus edades sin sentirlo, que encuentran normal un álbum donde uno se ve con pantalones cortos, con un sombrero de paja o el uniforme de conscripto...En fin, hablábamos de un sueño que tuve en ese tiempo, y era un sueño que empezaba aquí en la veranda, conmigo mirando la luna llena sobre los cañaverales, oyendo las ranas que ladraban como no ladran ni siquiera los perros, y después siguiendo un vago sendero hasta llegar al río, andado despacio por la orilla con la sensación de estar descalzo y que los pies se me hundían en el barro. En el sueño yo estaba solo en la isla, lo que era raro en ese tiempo; si volviese a soñarlo ahora la soledad no me parecería tan vecina de la pesadilla como entonces. Una soledad con la luna apenas trepada en el cielo de la otra orilla, con el chapoteo del río y a veces el golpe aplastado de un durazno cayendo en una zanja. Ahora hasta las ranas se habían callado, el aire estaba pegajoso como esta noche, o como casi siempre aquí, y parecía necesario seguir, dejar atrás el muelle, meterse por la vuelta grande de la costa, cruzar los naranjales, siempre con la luna en la cara. No invento nada, Mauricio, la memoria sabe lo que debe guardar entero. Te cuento lo mismo que entonces le conté a Lucio, voy llegando al lugar donde los juncos raleaban poco a poco y una lengua de tierra avanzaba sobre el río, peligrosa por el barro y la proximidad del canal, porque en el sueño yo sabía que eso era un canal profundo y lleno de remansos, y me acercaba a la punta paso a paso, hundiéndome en el barro amarillo y caliente de luna. Y así me quedé en el borde, viendo del otro lado los cañaverales negros donde el agua se perdía secreta mientras aquí, tan cerca, el río manoteaba solapado buscando dónde agarrarse, resbalando otra vez y empecinándose. Todo el canal era luna, una inmensa cuchillería confusa que me tajeaba los ojos, y encima un cielo aplastándose contra la nuca y los hombros, obligándome a mirar interminablemente el agua. Y cuando río arriba vi el cuerpo del ahogado, balanceándose lentamente como para desenredarse de los juncos de la otra orilla, la razón de la noche y de que yo estuvierra en ella se resolvió en esa mancha negra a la deriva, que giraba apenas, retenida por un tobillo, por una mano, oscilando blandamente para soltarse saliendo de los juncos hasta ingresar en la corriente del canal, acercándose cadenciosa a la ribera desnuda donde la luna iba a darle de lleno en plena cara.
         Estás pálido, Mauricio. Apelemos al coñac, si querés. Lucio también estaba un poco pálido cuando le conté el sueño. Me dijo solamente: «¿Cómo te acordás de los detalles?» Y a diferencia de vos, cortés como siempre, él parecía adelantarse a lo que le estaba contando, como si temiera que de golpe se me olvidase el resto del sueño. Pero todavía faltaba algo, te estaba diciendo que la corriente del canal hacía girar el cuerpo, jugaba con él antes de traerlo de mi lado, y al borde de la lengua de tierra yo esperaba ese momento en que pasaría casi a mis pies y podría verle la cara. Otra vuelta, un brazo blandamente tendido como si eso nadara todavía, la luna hincándose en el pecho, mordiéndole el vientre, las piernas pálidas, desnudando otra vez al ahogado boca arriba. Tan cerca de mí que me hubiera bastado agacharme para sujetarlo del pelo, tan cerca que lo reconocí, Mauricio, le vi la cara y grité, creo, algo como un grito que me arrancó de mí mismo y me tiró en el despertar, en el jarro de agua que bebí jadeando, en la asombrada y confundida conciencia de que ya no me acordaba de esa cara que acababa de reconocer. Y eso seguiría ya corriente abajo, de nada serviría cerrar los ojos y querer volver al borde del agua, al borde del sueño, luchando por acordarme, queriendo precisamente eso que algo en mí no quería. En fin, vos sabés que más tarde uno se conforma, la máquina diurna está ahí con sus bielas bien lubricadas, con sus rótulos bien satisfactorios. Ese fin de semana viniste vos, vinieron Lucio y los otros, anduvimos de fiesta todo aquel verano, me acuerdo que después te fuiste al norte, llovió mucho en el delta, y hacia el fin Lucio se hartó de la isla, la lluvia y tantas cosas lo enervaban, de golpe nos mirábamos como yo nunca hubiera pensado que podríamos mirarnos. Entonces empezaron los refugios en el ajedrez o la lectura, el cansancio de tantas inútiles concesiones, y cuando Lucio volvía a Buenos Aires yo me juraba no esperarlo más, incluía a todos mis amigos, al verde mundo que día a día se iba cerrando y muriendo, en una misma hastiada condenación. Pero si algunos se daban por enterados y no aparecían más después de un impecable «hasta pronto», Lucio volvía sin ganas, yo estaba en el muelle esperándolo, nos mirábamos como desde lejos, realmente desde ese otro mundo cada vez más atrás, el pobre paraíso perdido que empecinadamente él volvía a buscar y yo me obstinaba en defenderle casi sin ganas. Vos nunca sospechaste demasiado todo eso, Mauricio, veraneante imperturbable en alguna quebrada norteña, pero ese fin de verano...¿La ves, allá? Empieza a levantarse entre los juncos, dentro de un momento te dará en la cara. A esta hora es curioso cómo crece el chapoteo del río, no sé si porque los pájaros se han callado o porque la sombra consiente mejor ciertos sonidos. Ya ves, sería injusto no terminar lo que te estaba contando, en esta altura de la noche en que todo coincide cada vez más con esa otra noche en que se lo conté a Lucio. Hasta la situación es simétrica, en esa silla de hamaca llenás el hueco de Lucio que venía en ese fin de verano y se quedaba como vos sin hablar, él que tanto había hablado, y dejaba correr las horas bebiendo, resentido por nada o por la nada, por esa repleta nada que nos iba acosando sin que pudiéramos defendernos. Yo no creía que hubiera odio en nosotros, era a la vez menos y peor que el odio, un hastío en el centro mismo de algo que había sido a veces una tormenta o un girasol o si preferís una espada, todo menos ese tedio, ese otoño pardo y sucio que crecía desde adentro como telas en los ojos. Salíamos a recorrer la isla, corteses y amables, cuidando de no herirnos; caminábamos sobre hojas secas, pesados colchones de hojas secas a la orilla del río. A veces me engañaba el silencio, a veces una palabra con el acento de antes, y tal vez Lucio caía conmigo en las astutas trampas inútiles del hábito, hasta que una mirada o el deseo acuciante de estar a solas nos ponía de nuevo frente a frente, siempre amables y corteses y extranjeros. Entonces él me dijo: «Es una hermosa noche; caminemos.» Y como podríamos hacerlo ahora vos y yo, bajamos de la veranda y fuimos hacia allá, donde sale esa luna que te da en los ojos. No me acuerdo demasiado del camino, Lucio iba delante y yo dejaba que mis pasos cayeran sobre sus huellas y aplastaran otra vez las hojas muertas. En algún momento debí empezar a reconocer la senda entre los naranjos; quizá fue más allá, del lado de los últimos ranchos y los juncales. Sé que en ese momento la silueta de Lucio se volvió lo único incongruente en ese encuentro metro a metro, noche a noche, a tal punto coincidente que no me extrañé cuando los juncos se abrieron para mostar a plena luna la lengua de tierra entrando en el canal, las manos del río resbalando sobre el barro amarillo. En alguna parte a nuestras espaldas un durazno podrido cayó con un golpe que tenía lago de bofetada, de torpeza indecible.
         Al borde del agua, Lucio se volvió y me estuvo mirando un momento. Dijo: «¿Este es el lugar, verdad?» Nunca habíamos vuelto a hablar del sueño, pero le contesté: «Sí, este es el lugar.» Pasó un tiempo antes de que dijera: «Hasta eso me has robado, hasta mi deseo más secreto; porque yo he deseado un sitio así, yo he necesitado un sitio así. Has soñado un sueño ajeno.» Y cuando dijo eso, Mauricio, cuando lo dijo con una voz monótona y dando un paso hacia mí, algo debió estallar en mi olvido, cerré los ojos y supe que iba a recordar, sin mirar hacia el río supe que iba a ver el final del sueño, y lo vi, Mauricio, vi al ahogado con la luna arrodillada sobre el pecho, y la cara del ahogado era la mía, Mauricio, la cara del ahogado era la mía.
         ¿Por qué te vas? Si te hace falta, hay un revólver en el cajón del escritorio, si querés podés alertar a la gente del otro rancho. Pero quedate, Mauricio, quedate otro poco oyendo el chapoteo del río, a lo mejor acabarás por sentir que entre todas esas manos de agua y juncos que resbalan en el barro y se deshacen en remolinos, hay unas manos que a esta hora se hincan en las raíces y no sueltan, algo trepa al muelle y se endereza cubierto de basuras y mordiscos de peces, viene hacia aquí a buscarme. Todavía puedo dar vuelta la moneda, todavía puedo matarlo otra vez, pero se obstina y vuelve y alguna noche me llevará con él. Me llevará, te digo, y el sueño cumplirá su imagen verdadera. Tendré que ir, la lengua de tierra y los cañaverales me verán pasar boca arriba, magnífico de luna, y el sueño estará al fin completo, Mauricio, el sueño estará al fin completo. 
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Fonte: http://www.literatura.us/cortazar/fondo.html

'O cansaço da vida'

Quando o ‘futuro dura muito tempo’, e no regresso os caminhos falam sem dizer, ou Paulo Diniz e a volta cansada, com outra face, às raízes que já não são o que eram. O canto e o desencanto. 


'O adeus num olhar'

Quem já perdeu alguém próximo (parente ou amigo) que era estimado, sabe o significado que determinadas datas têm. Neste tempo alusivo ao Dia de Finados, deparo-me com um texto do jornalista Florestan Fernandes Jr. bem a propósito da lembrança dos que já se foram. Trata da morte de seu pai, Florestan Fernandes, pioneiro da ciência social no Brasil e que formou vários intelectuais brasileiros, a exemplo do ex-presidente Fernando Henrique Cardoso, de quem Florestan foi orientador. O Professor Florestan foi, pode-se dizer, uma pessoa rara. Homem de causas, jamais caiu, contudo, no 'populismo de esquerda' e também jamais renunciou ao rigor acadêmico. Nunca esqueço das suas palavras num seminário sobre método, ao dizer que 'a ciência social é como uma caixa de ferramentas': para determinadas questões, tais métodos, tais abordagens; para outras, outros métodos, outras abordagens'. Desde aí percebi como são inúteis as dicotomias 'quantitativo x qualitativo', 'objetivo x subjetivo', assim como a oposição entre campos científicos - o que importa é a totalidade. A história de Florestan, porém, foi uma espécie de calvário. Além de perseguido pela ditadura, foi vítima de um erro médico que, no final das contas, tirou-lhe a vida. Vale a pena a leitura do texto do seu filho aí abaixo. 



Por Florestan Fernandes Jr. 

"Não sei se é técnica do pessoal dos Estados Unidos para me convencer a ficar por aqui ou se é tudo realmente verdade. Inclusive, falaram-me da prisão do Octavio Ianni e, mais tarde, que ele fora solto. [...] Com exceção do pessoal de casa, recebi muitas cartas aconselhando-me com ardor [a] evitar essa decisão que, para mim, é inevitável. [...] Disseram-me que andam espalhando nas universidades que eu pretendo voltar porque "vou aderir" ao atual governo. É uma perversidade e tanto."

trecho de carta de Florestan Fernandes para Myrian Rodrigues Fernandes
Trecho de carta de Florestan Fernandes para Myrian Rodrigues Fernandes

Trechos da carta enviada pelo meu pai para minha mãe, Myrian Fernandes, em 24 de março de 1971, o pior momento da ditadura militar. Dois anos mais tarde, Florestan decide voltar ao Brasil e correr os riscos de sua decisão.
Para a surpresa da família e dele próprio, foi em um hospital, e não nos porões da ditadura, que a vida dele ficaria comprometida. Em uma transfusão de sangue realizada por causa de uma cirurgia ele foi contaminado pelo vírus da hepatite C. A infecção provocou uma cirrose hepática que durou 21 anos até levá-lo à morte.
Em agosto de 1995, dias antes de passar pelo transplante de fígado no Hospital das Clínicas de São Paulo, ele me disse que tinha bons motivos para acreditar que a contaminação teria sido proposital. Acostumado desde pequeno a lutar pela sobrevivência, Florestan não se abateu, mas lutou firme contra a doença. Fez dieta, parou de beber socialmente e cumpriu à risca o tratamento médico.
Nesse período sua barriga inchou, a pele amarelou e não foram poucas as hemorragias. Em uma delas ele perdeu muito sangue e pediu para ser levado ao Hospital do Servidor Público Estadual. E qual não foi minha surpresa quando, ao chegar ao hospital meia hora depois, o encontrei em uma fila enorme, que começava dentro do pronto-socorro e terminava do lado de fora do prédio. Teimoso, Florestan argumentava que não iria furar a fila mesmo estando em situação de risco. Por sorte, alguns plantonistas perceberam a gravidade e levaram o paciente para ser examinado e medicado.
Emocionei-me logo na entrada da pequena sala. Em um painel com vários informes havia um recorte da coluna de meu pai na Folha, cobrando do governador recursos para o Hospital do Servidor. Poucos dias se passaram e mais uma hemorragia. E, pela primeira vez, ele teve uma confusão mental. Estava claro que ele já não tinha mais condições físicas para enfrentar um possível transplante.

O ADEUS EM UM OLHAR
Cheguei em casa já tarde da noite. Na secretária eletrônica, uma mensagem de minha mãe. Ela dizia que estava levando meu pai para o Instituto do Fígado do Hospital das Clínicas. Depois de vários anos, o médico Silvano Raia informava que havia encontrado um fígado compatível com as necessidades de meu pai.

Myrian Rodrigues Fernandes e Florestan Fernandes em 1944
                               Myrian Rodrigues Fernandes e Florestan Fernandes, em 1944

Corri ao HC a tempo de encontrar meus pais no corredor da internação. Frágil, de bengala na mão e com a voz rouca, Florestan esboçou um sorriso e com um certo alívio disse: "Ainda bem que você veio".
Nós três sabíamos. Apesar do otimismo do dr. Raia, que previa uma sobrevida com qualidade por muitos anos após o transplante, sabíamos que meu pai, aos 75 anos e muito debilitado, não tinha boas possibilidades de sobreviver a uma cirurgia tão complexa.
Depois de duas décadas desde a transfusão de sangue contaminado, os médicos Silvano Raia, que foi secretário de saúde de Paulo Maluf, e seu fiel escudeiro e assistente Sérgio Mies –ambos à frente do Instituto do Fígado– diziam estar prontos para realizar com sucesso um transplante inédito em um homem em plena terceira idade.
O velho sociólogo decidiu confiar na capacidade da equipe que realizaria a cirurgia. Motivos não faltaram. Logo na primeira consulta, depois de um minucioso exame, Raia disse com toda a convicção que meu pai tinha pulmões, rins e coração de um homem de cinquenta anos. Afirmou, em alto e bom som, que meu pai tinha total condição de fazer a cirurgia, que o transplante seria um sucesso e que ele teria uma sobrevida de pelo menos 20 anos.
Chegamos ao setor de internação: camas distribuídas em um grande corredor e separadas uma das outras apenas por uma cortina branca. Minha mãe despediu-se do marido e voltou para casa a fim de descansar e se preparar para dias difíceis. Eu fiquei ao lado da cama, de mãos dadas com meu pai. Às vezes fazia um carinho em sua cabeça. Foi uma longa noite, na qual conversamos sobre a vida. Ele lamentou o fato de, até aquele momento, eu não ter tido um filho. Quando a enfermeira entrou para prepará-lo para a cirurgia, saí do pequeno quarto e liguei para minha mãe, avisando que em alguns minutos começaria a operação. Perguntei se ela gostaria de trocar algumas palavras antes do transplante. Emocionada, ela me respondeu: "Não, já nos despedimos pelo olhar".
O dia estava amanhecendo quando meu pai foi levado para a sala de cirurgia. Fui ao lado dele até uma grande porta. Era a linha final de duas vidas repletas de emoção, amor, admiração e respeito. Dei um beijo em seu rosto e fingi otimismo. As duas portas se fecharam e eu desabei a chorar.
A cirurgia não foi nada fácil e durou várias horas. Meu pai foi levado para a UTI. Os médicos disseram que o transplante tinha sido um sucesso e que, dependendo da recuperação, em breve ele iria para casa. Silvano Raia foi mais longe: disse que meu pai tinha acordado e que chegou a ler os jornais. Entrei no quarto e a realidade era outra. Vi-o desacordado, entubado e recebendo medicamentos intravenosos. Alguma coisa estava errada. O otimismo do médico não correspondia à realidade. Como meu pai poderia ter lido jornal daquele jeito?
Na madrugada daquela noite o telefone tocou, fazendo meu coração disparar. Atendi. "Florestan, aqui é Silvano Raia, infelizmente seu pai não resistiu e acaba de falecer. Uma pena. Fizemos tudo o que estava ao nosso alcance." Liguei para minhas irmãs, para meus amigos e para minha mãe.
Amanheceu o dia e os colegas jornalistas já estavam a postos falando ao vivo da frente do hospital. No velório, realizado no prédio da administração da Faculdade de Filosofia, Ciências e Letras da USP, havia estudantes, professores, funcionários, parentes e muitas autoridades. Minha mãe estava sóbria e firme, consolando filhos e netos. Fiquei admirado com a atitude dela, que não desmoronou por um minuto sequer.
Não demorou muito e o dr. Silvano Raia me ligou pedindo que eu fosse imediatamente à diretoria do hospital, pois eles tinham algo muito sério para falar comigo. O que poderia ser tão sério para me tirar do velório de meu pai? Silvano recusou-se a dizer por telefone. Desligou. Alguns minutos depois, voltou à carga: "Florestan, você vai ter que vir para cá imediatamente. Ocorreu um erro na UTI que provocou a morte do seu pai. Vamos precisar fazer autópsia para saber a causa da morte." Com a minha negativa, Raia ameaçou: "Se você não vier aqui a polícia vai até o velório pegar o corpo do seu pai". Respondi: "Então faça isso, mande a polícia vir pegar o corpo na frente da primeira-dama do país, Ruth Cardoso, de ministros, do governador Mário Covas, de artistas, intelectuais e políticos como Lula e Plínio Sampaio. Tudo transmitido ao vivo pelas emissoras de televisão".
O velório transcorreu normalmente. No crematório da Vila Alpina é que viria a surpresa. Vários carros da polícia aguardavam do lado de fora. Fui encaminhado junto com minha mãe para uma sala onde um chefe de polícia tinha um mandado para levar o corpo para o IML. Minha mãe desabou. Aos prantos, pediu que eu não permitisse aquela violência. Pedro Dallari, advogado e amigo da família, deu-nos uma boa solução: realizar a solenidade até o fim e, depois que todos já tivessem ido embora, o corpo seria levado para autópsia. E assim foi.

IMPUNIDADE E CORPORATIVISMO
O IML fez a autópsia e encaminhou o corpo para o crematório. Cheguei à Vila Alpina às dez da manhã. Na porta, vários colegas repórteres aguardavam a minha chegada. Todos olhavam tristes para mim e, respeitando minha dor, não se aproximaram, apenas fizeram sinais com a mão e a cabeça. No estacionamento, um rosto amigo, o querido Tom Figueiredo, um publicitário que conheci ainda na época em que meu pai estava fora do país. Ele me abraçou e disse: "Faltei ao trabalho porque sei que hoje você vai precisar de um amigo". Entramos no prédio e Tom fez o reconhecimento do corpo por mim.
Silvano Raia convocou uma entrevista coletiva e pediu que eu ficasse ao seu lado durante sua fala. Respondi que de maneira nenhuma. Depois de tudo o que aconteceu, eu também queria explicações. Raia cancelou a entrevista e desapareceu.
Com o prontuário nas mãos constatei que o quadro clínico de meu pai estava longe de ser bom, como os médicos afirmavam. Descobri que, durante a cirurgia, o coração parou algumas vezes e foi reanimado. Ao ser levado para a UTI, os rins já não funcionavam, os pulmões também estavam com problemas e o fígado transplantado sofreu um processo de rejeição. Para piorar, na noite em que meu pai faleceu, a enfermeira de plantão ausentou-se do quarto por muito tempo e a máquina de hemodiálise, sem sangue, passou a bombear ar nas veias do paciente. Uma quantidade tão grande de ar que, segundo o legista, isso antecipou em algumas horas o que ocorreria de qualquer maneira.
Em seu livro sobre Florestan Fernandes, o jornalista Haroldo Ceravolo cita a declaração de Irineu Velasco, diretor do HC em 1995, feita à "Veja" de 6 de setembro de 1995: "A morte do sociólogo era certa. O seu caso poderia ser comparado ao de um paciente terminal com câncer que é atropelado por um caminhão ao atravessar a rua". O fígado transplantado estava infectado com a bactéria causadora da sífilis, o que obrigou os médicos a utilizar uma dose elevada de antibióticos depois da operação. Com tudo isso, meu pai entrou rapidamente em um processo de falência múltipla de órgãos.
Raia sabia de tudo isso quando me ligou para comunicar a morte, mas mesmo assim dispensou a autópsia. Ocorre que o médico de plantão colocou em seu relatório o erro com a hemodiálise. As informações caíram na rede do hospital, e os dados estavam à disposição no sistema interno de registros. Pela manhã, quando Raia chegou ao HC, foi chamado às pressas na sala da direção, que cobrou dele a falta da autópsia.
O primeiro julgamento do médico foi no próprio HC. Houve a abertura de um processo interno pelo hospital e eu fui ouvido por uma comissão. Nessa audiência, os médicos deixaram claro que não levariam adiante uma punição para o dr. Raia. Crucificariam a enfermeira e ponto final. Fiquei tão indignado que, em certo momento da reunião, me levantei e disse: "Senhores, não vamos mais perder o nosso tempo, isso aqui é um grande teatro. Está claro que o corporativismo irá levar à absolvição dos médicos responsáveis pela morte do meu pai".
Dito e feito: dias depois, Raia e Mies foram absolvidos. A enfermeira condenada, já afastada, acabou se escondendo (ou foi escondida). Conversei com o presidente Fernando Henrique Cardoso, que me contou que, durante todo o tratamento do meu pai, Raia telefonou diversas vezes para falar do estado do paciente amigo. FHC disse que, nessas oportunidades, o médico tentou convencê-lo a ajudar a colocar em pé o Hospital do Fígado que ele, Silvano Raia, queria construir.
Certo dia recebi em minha casa uma intimação para comparecer ao julgamento no Conselho Regional de Medicina (CRM). Raia me procurou e marcou uma conversa na unidade do Hospital Albert Einstein da Avenida Brasil, em São Paulo. O encontro foi rápido. Ele pediu que eu não o atacasse no CRM. Alegou ser inocente e não ser responsável pelos erros cometidos no tratamento e na morte de meu pai. Eu disse para ele ficar tranquilo. Se ele realmente era inocente, não deveria temer.
No dia da primeira audiência, falando para uma plateia de médicos, tentei quebrar o corporativismo. Fiz um discurso mostrando que naquele momento estavam sendo julgados dois professores titulares da USP: o médico e a vítima, meu pai. Fiz um discurso tão emotivo e denso que, ao final da sessão, Raia foi punido com uma advertência. Ficou furioso e saiu dizendo o diabo para mim. Meses depois recebi outra intimação do CRM, dessa vez para julgar um recurso feito por Raia. Dois dias depois recebi outro comunicado informando que o julgamento havia sido cancelado sem previsão de data.
Tempos depois descobri que o julgamento não havia sido cancelado coisa alguma. Com a minha ausência, Raia conseguiu ser absolvido. Recentemente Sérgio Mies me telefonou disposto a contar tudo o que sabia, mas não tive estômago para me encontrar com ele. Imagino que ele teria detalhes importantes para me dar. Mas minha mãe, cansada de tanto sofrimento, pediu para encerrar o caso. Não traria meu pai de volta, a justiça não seria feita e a saudade não seria reduzida.
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Fonte: http://www1.folha.uol.com.br/ilustrissim. Título completo do texto: 'O Adeus num olhar: a vida e a morte de Florestan Fernandes'. 

sexta-feira, 30 de outubro de 2015

'A minha pátria é onde o vento passa'


Por Sophia de Mello Brayner
(Poema 'Pirata') 

Sou o único homem a bordo do meu barco.
Os outros são monstros que não falam,
Tigres e ursos que amarrei aos remos,
E o meu desprezo reina sobre o mar.

Gosto de uivar no vento com os mastros
E de me abrir na brisa com as velas,
E há momentos que são quase esquecimento
Numa doçura imensa de regresso.

A minha pátria é onde o vento passa,
A minha amada é onde os roseirais dão flor,
O meu desejo é o rastro que ficou das aves,
E nunca acordo deste sonho e nunca durmo.






Oceano da política e a opção por abraçar afogado

Por Marco Aurélio Nogueira 
(Professor de Teoria Política da UNESP)

O realismo deve sempre prevalecer quando se analisam fatos políticos. A política não pode ser feita com luvas de pelica, ainda que exija operações certeiras e muitas vezes delicadas. Invariavelmente, o jogo sujo predomina: golpes de mão e manobras sórdidas, uso explícito da força e da pressão, formas menos agressivas de chantagem e coação, simulações e dissimulações, desmentidos e condutas sinuosas, feitas para confundir adversários ou outros protagonistas.
Em política, nem tudo o que se mostra ou se diz é o que se faz de fato. Condutas e declarações não carregam necessariamente a marca da verdade. A lógica dela é própria, distinta da lógica dos homens comuns. É preciso ir além de gestos e palavras.
A política exige sangue-frio e disposição para jogar um jogo no qual a fronteira entre o certo e o errado, o lícito e o ilícito, jamais está determinada de uma vez por todas. Quem quiser entrar em contato com ela, precisa saber que o certo nem sempre está do lado mais certo, o bem pode ser produzido pelo mal, e vice-versa. Parafraseando Sartre (As mãos sujas), quem tem excesso de pruridos ou estômago frágil não deve se meter em política, que exige atos complicados. E nem sempre se consegue sair com elas limpas ou puras como antes. É impossível governar ou exercer o poder político inocentemente.
Tudo isso é sabido, mas não deixa de causar espanto a facilidade com que Lula tem pedido aos companheiros que poupem o presidente da Câmara, Eduardo Cunha, de críticas mais contundentes, já que ele não deveria ser “prejulgado”. Consta que a posição será referendada pelo Diretório Nacional do PT, como tentativa de reagir ao que se considera ser uma “ação orquestrada” para destruir o partido e o governo. A cúpula partidária também pretende defender Lula das “armações” que contra ele estão sendo preparadas por setores da Polícia Federal, do Ministério Público Federal e do Judiciário. Pelo que vazou no noticiário, o Diretório tentará dar o tom para mobilizar a militância petista a resistir e rechaçar a “escalada contra conquistas de nosso povo”, base do que o PT entende como “incursões de ódio, intolerância e mentira, nas ruas e nas instituições” que alimentam o “golpismo e o retrocesso”.
O espanto se deve ao fato de que Eduardo Cunha é hoje praticamente o inimigo público nº 1, repudiado por 10 entre 10 democratas e até mesmo por áreas do conservadorismo de direita. É a referência principal do reacionarismo que anda se manifestando por aí e contra o qual o PT jura se bater. Agarra-se à presidência da Câmara como expediente para escapar de uma cassação que parece inevitável e para ter uma trincheira de onde prosseguir ameaçando quem a ele se opuser. Com isso, vai deixando abertas as porteiras para tentativas várias de retrocesso legal.
Lula e o PT acreditam que podem manter Cunha sob controle com a decisão de valorizar o sacrossanto direito liberal que todo suspeito deve ter de se defender de acusações. Não querem esticar demais a corda com receio de que o presidente da Câmara, ao ir para o abismo, arraste consigo aquilo que poderia servir para evitar o impeachment de Dilma. Pensam que com isso será possível manter a correlação de forças em banho-maria, enquanto tentam recompor as forças internas (metade da bancada assinou documento propondo o afastamento de Cunha).
Se o cálculo estiver certo, é compreensível que os dirigentes petistas estejam a agir assim. Devem supor que este é o preço que será preciso pagar para manter o governo na corda bamba e fazer com que o partido permaneça competitivo na política nacional.
O problema é o efeito que esta posição pode gerar.
A preservação do mandato de Cunha pode impulsionar ainda mais as ações regressistas da bancada BBB e, com isso, fazer com que o clima político fica ainda pior.
O PT já não está em boas condições de temperatura e pressão. Poderá piorar se sua direção se distanciar dos fluxos mais ativos da opinião pública democrática e ficar na contramão dos humores da cidadania. Como o partido não está propriamente unido em torno de uma agenda, toda tentativa de enquadramento das bases pela cúpula tenderá a produzir mais dor e sofrimento do que unidade de ação e convicção.
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Fonte: http://politica.estadao.com.br/. Título original: Lula e PT põem em risco o que resta do seu capital político. 


quinta-feira, 29 de outubro de 2015

Notas de um poema frustrado



Por Potiguar Matos 

Te digo, você é meu chão. Sinto-me firme, os pés seguros, não há medo de areias gulosas, você é terra profunda, sombra de árvore, água de rio, onda que vai e vem, mar de verão, o sol na lâmina azul desenhando peixes de ouro.
Sou bandeirante perdido em geografias exóticas. Na mão, rosa dos ventos, caminho no rastro dos pássaros e me perco no festival dos verdes que amanhecem no cansaço dos olhos e vazio das mãos. Há um rumor de cascata sobre o sol adusto e mil rosas renascem em teus dedos múltiplos, terra de Canaã imaginada no fundo de todos os desertos, onde morri de sede, dividido entre a procura e a dúvida, a fé dos santos e a danação dos perdidos.
Te digo, você tem algo de mineral, chispas metálicas, talvez filão precioso, um veio milionário, ah! ilusão do velho minerador, as unhas cravadas no solo, o suor no rosto, a última esperança dentro do coração. Penso, de repente, você é chão de cristal, som de cristal na amplidão do desespero, cristal que é sino de infância tocando em sonhos defuntos, pequeno sino – donde arrancas tanta dor com teu canto sozinho?
Que a terra não perdoa. Nós somos ela, nossos braços já foram troncos de árvore, as mãos marítimas vêm de fundos mares, há barro molhado em nossos olhos escorrendo sua água salgada. Te digo, você é terra e nessa terra me dissolvo, nas suas mais finas camadas prendo minha angústia, nos seus abismos azuis sinto a volúpia dos suicídios lentos.
Imagino o desastre dos marinheiros perdidos. Um dia saíram pelo mar nunca dantes navegado buscando o continente mágico com a quilha das naves pressurosas. Que lhes aconteceu, a essas naves leves e belas, cortando a espuma das ondas, asas brancas abertas ao sol, em cada milímetro um sonho e em cada sonho uma lágrima? Os monstros do mar as devoraram. As belas naves, delgadas e bailarinas, morreram em abismos de algas, incrustadas de corais funéreos. Nunca chegaram aos continentes translúcidos, ao instante único e supremo em que o mar se faz solidez, a água, a terra e o sonho a paixão da posse.
Você é meu chão. Nele ancorei, viajante de roteiros estranhos, marinheiro sem bússola, nele ancorei. Planto meus marcos e ergo meus altares, as florestas são minhas, meus os frutos maduros, as plantas frescas, o cheiro da chuva, a luz do sol depositada em grossas camadas nos poços profundos, tão profundos como teus olhos.
Te digo que o chão é berço e cova, nele a vida se faz vôo e nele o cansaço se faz sono. O marinheiro liberta a rosa dos ventos, o bandeirante apaga os rastros na floresta. O chão da vida será, também, o chão da morte. 


Perdidos em 'miragens vermelhas': resposta às críticas ao ENEM

Dos textos críticos às reações questionadoras ao ENEM deste ano, este aí abaixo é um dos melhores. É uma resposta do Prof. Christian Duken (USP) ao colunista da Folha de São Paulo Hélio Schwartsman, que procurou adornar com tintas filosóficas as contestações ao ENEM. Há apenas um reparo, de natureza histórica, a ser feito no texto, mas que não tem a ver com o conteúdo da argumentação de Duken. O reparo diz respeito ao fato de que não procede a afirmação segundo a qual Marx dedicou O Capital a Darwin - o que ele fez foi oferecer-lhe um livro com uma dedicatória, como se faz em lançamentos de livros com autógrafos. O Capital foi dedicado, sim, a Wilhem Wolf, nas palavras de Marx, "um amigo inesquecível [como é próprio da franqueza das amizades], corajoso, fiel e pioneiro do proletariado." De resto, o artigo aporta consistentes subsídios na contraposição às 'miragens vermelhas' em que andam perdidos os críticos do ENEM. 



Por Christian Duken 
(Instituto de Psicologia da USP)

Nos anos 1990 a Folha de São Paulo era considerada um jornal de esquerda. Diferente do Estadão, ela ocupava um lugar ativo na redemocratização do país, incluindo-se no movimento das Diretas Já e, posteriormente, dos Caras-pintadas que redundou na derrubada de Collor. Nesta época tornou-se um ícone a propaganda que começava com uma imagem ambígua, qual pontos ou pixels negros dispostas na tela. Enquanto a câmera se afasta ouvimos que: “este homem pegou uma nação destruída, recuperou a economia e devolveu orgulho a seu povo”, reduziu a inflação, dobrou o produto interno bruto, aumentou o lucro das empresas, tudo isso subsidiado em números e dados. Subitamente forma-se a imagem e descobrimos que a figura em questão é Adolf Hitler. Mensagem final: “É possível contar um monte de mentiras dizendo só a verdade. Por isso é muito importante tomar muito cuidado com a informação no jornal que você recebe.”
Vinte e sete anos depois leio a coluna de Hélio Schwartsman comentando o Enem de 2015, e percebo como o anúncio que ganhou o Leão de Ouro em Cannes permanece atual. Porta voz do movimento que quer a política fora da Educação e sóbrio representante da tendência avaliativa como instrumento para modificação da educação no país, Hélio aponta neste Enem um “generoso espaço para tópicos e autores caros à esquerda”, uma vez que 31% dos autores da prova de humanas jogam no time da esquerda (7.8% da prova total). Foi precisamente aqui que me lembrei da peça de propaganda, mas agora em versão mais estatística. Ou seja, se 31% são de esquerda, 69% são de direita? É possível contar mentiras dizendo a verdade, ainda que os números eles mesmos não mintam jamais. Por este raciocínio a neutralidade matemática impunha que faltavam ainda 19% para que a esquerda tivesse 50% do Enem.
Nosso bacharel em Filosofia pela USP, argumenta que o Inep devia buscar “ativamente uma certa neutralidade ideológica no conjunto das questões”. Aqui o problema não é a matemática, mas o conceito. Desde muito tempo não se considera mais que podemos distinguir conteúdos ideológicos, politicamente tendenciosos, de sua contrapartida científica, neutra e factual. A ideologia está nas articulações, nas relações, no recorte dos fatos, na escolha dos temas, nunca apenas nos autores brutos e suas escolas de pensamento. Eu diria que há pelo menos 27 anos a própria Folha de São Paulo sabe muito bem disso. O beabá no assunto reza que toda definição de ideologia é ela mesma ideológica. As ciências humanas caracterizam-se por assumir isso como traço imanente de seu objeto. Não estudamos apenas fenômenos, mas interpretações que os homens criam para os fenômenos. Nesta época de crescente disponibilização e barateamento de informação torna-se cada vez mais crucial desenvolver, em nossos alunos, a capacidade para operar criticamente com interpretações. Aqui o truque básico, contra o qual eles devem estar advertidos, quando se trata de ciências humanas, é a crença na existência de discursos neutros, imparciais e científicos, no sentido de se destacarem angelicalmente de todos os interesses humanos. Ora, sabemos que este é o sonho de toda ideologia: infiltrar interesses políticos como se estes fossem fatos. Portanto, desenvolver ativamente uma neutralidade ideológicano Enem, requer um conceito melhor de ideologia.
Há uma diferença crucial entre esquerda e direita. A esquerda tende a politizar os fatos, enquanto a direita tende a despolitizá-los. Por isso a esquerda dirá que a direita faz política por baixo dos panos (é o conceito clássico de ideologia), enquanto a direita dirá que a esquerda torna políticos assuntos que são técnicos (é o conceito ofensivo de ideologia como algo que corrompe, seduz e manipula a alma). Quando nosso colunista afirma que “vale a pena procurar um ‘pedigree’ dos autores citados” seria preciso perguntar qual o conceito de raça aqui empregado? Quantas classes devemos contar neste conjunto?
Surge então uma dificuldade. A esquerda joga com seu time a céu aberto, nomes impressos nas camisas, patrocinadores e números claros às costas, como no filme do Monty Python: Marx com a 10, Žižek na ponta esquerda, Judith Butler com a sete, Paulo Freire no meio; na zaga Sartre e Simone de Beauvoir (claro, foram filiados ao Partido Comunista Francês), nas laterais Karl Manheim e a Escola de Frankfurt. Agamben está no banco de reservas, sendo observado pelo técnico Lenin, junto com todo surrealismo francês. Darwin também, mas contundido – afinal, Marx dedicou O capital, ao autor de A origem das espécies. Foucault foi reprovado no teste de vestiário quando descobriu-se um inchaço neoliberal em seu tendão de Aquiles. 

O problema subsequente será discernir o pedigree das outras raças: Jesus Cristo, por exemplo, joga na direita da Renovação Carismática ou na esquerda da Teologia da Libertação? E os que trajam a camisa da religião por cima, mas por baixo vestem o colete apertado do dinheiro, das armas e da exploração econômica da fé. Outro vira lata: Keynes, que advogava a participação do Estado na Economia, é um vermelhinho enrustido ou um liberal confesso? Consideremos que um time assim escalado poderia equilibrar o campeonato da verdade: Heidegger (que foi nomeado reitor de uma universidade nazista) no gol, Ezra Pound (que falou na rádio italiana em favor do fascismo) na lateral direita, Joyce (que batia na mulher) na zaga, Adam Smith e Saint Simon no meio campo (ambos considerados revolucionários em suas épocas, mas depois viraram casaca). No ataque está a geração inteira de 1968, libertários na juventude, que se tornaram conservadores quando entraram para o time titular. Desafio qualquer um a escalar um time que não possa ser qualificado como tendencioso pelo time adversário. Contudo é esta ingenuidade abissal que move os que querem a política fora dos conteúdos educativos.
E quanto ao time da Folha seria o caso de perguntar se ele fez a lição de casa que quer aplicar aos outros. Está com mais ou menos do que 31% de esquerdistas entre seus articulistas?
Exagero nos exemplos apenas para mostrar que nunca deveríamos pensar a ideologia como inclusão das ideias aos seus autores, da pessoa ao grupo ao qual ela pertence, mas a partir da articulação precisa de suas ideias em contexto. Neste caso todas as questões do Enem exigiam interpretação de textos, ou domínio de conceitos, critérios de rigor em ciências humanas. Bizarro que a direita pregue a retórica da suspensão da oposição entre direita e esquerda, para, na primeira ocasião, recorrer a ela quando está perdendo. Pior ainda: desconhecer a diferença entre militância, conversão e manipulação com a crítica de conceitos e o estudo de textos é inaceitável para quem quer especular sobre educação. Aliás, não há nada de essencialmente novo em sua pequena nota sobre o assunto. Escolhi este texto justamente porque ele representa bem certo pensamento médio sobre a matéria.
O tema da redação do Enem foi a violência contra a mulher no Brasil. Aqui o encaminhamento dado por nosso articulista é menos condenatório. Se oequívoco anterior era considerar que autores de esquerda, antes de serem pensadores, cientistas, literatos ou educadores são pessoas de esquerda o erro subsequente é deslocar este raciocínio para temas. Passamos agora ao registro dos temas sociais, que seriam propriedade privada da esquerda, enquanto a direita defende, vamos dizer assim, a economia e o desenvolvimento.
Neste ponto, nosso egresso uspiano deixou passar um “frango” clamoroso para todos aqueles que se interessam por educação. Situações de avaliação não são apenas competição entre os melhores para hierarquizar vencedores e perdedores. Seu propósito não é aumentar o ressentimento social ou gerar métricas de desempenho. A avaliação é um momento de aprendizagem e a prova tem um sentido pedagógico. Ela instrui o aluno e o convida a pensar, dirigidamente, sobre um problema. Por isso a escolha do tema não é a determinação anódina de um tópico a discorrer, como se a cultura fosse um menu de trivialidades inconsequentes.
A violência contra a mulher é justamente um destes problemas urgentes que carecem de visibilidade pública, que vivem e sobrevivem de segredos internos, mentiras privadas e amores mal geridos. É justamente um tema que incomoda porque não sabemos bem como falar sobre ele, ou seja, uma escolha exata e acertada para provocar alunos aderidos à servidão curricular e desacomodar colunistas que tirariam nota vermelha no Enem deste ano.
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Fonte: http://blogdaboitempo.com.br/. Título original 'A ideologia vermelha do ENEM'


quarta-feira, 28 de outubro de 2015

'Antes que o tempo apague'

Páginas das letras pernambucanas ou de como a 'literatura salva'.


Pátio de São Pedro - Recife 

Por Larissa Lins 
(Diário de Pernambuco) 

Um regime ditatorial militar, um punhado de histórias de amor, uma dúzia de paixões mal resolvidas, alguns filhos e netos, uma dezena de carimbos na carteira de trabalho, a substituição das máquinas Olivetti pelos computadores portáteis, a popularização da internet e o surgimento de livros digitais. Quantas experiências se pode viver e quantas mudanças se pode testemunhar em 60 anos? É nessa fase da vida, porta de entrada da terceira idade, que o acúmulo de memórias 
e o tempo livre propiciam o surgimento - ou a maior produtividade - de escritores. Eles reúnem memórias pessoais, documentam épocas e, em alguns casos, dão vazão a aptidões diferentes das vivenciadas, durante décadas, no campo de atuação profissional. Médicos, marinheiros, engenheiros e professores aposentados se transformam, ao primeiro título publicado, em escritores. 
“Deveriam ser até mais frequentes os autores mais velhos, pois já têm solidez, maturidade. O tempo vai consolidando o exercício da escrita, o estilo do escritor, ainda que o talento seja nato”, diz Fátima Quintas, presidente da Academia Pernambucana de Letras, onde todos os membros têm entre 47 (Antônio Campos) e 89 anos (Marly Mota). Para Fátima, com 71 anos e nove livros publicados, a idade oferece o respaldo necessário para que os autores ousem mais, além de maior disponibilidade para que se dediquem integralmente à escrita - “embora o mercado seja difícil, como é também para os mais jovens.” Em pesquisa realizada pela organização de caridade britânica Booktrust, em 2010, foi revelado que 31% dos entrevistados acima dos 60 anos têm vontade de publicar contos na web e se associar a clubes do livro. O ócio criativo e o desejo de eternizar o passado podem estar entre as principais motivações.


Para o escritor e cineasta Jomard Muniz de Britto - que se mantém ativo diante de uma Olivetti Tropical e cujos textos são transcritos para o computador por dois “assessores digitais” - o exercício literário na terceira idade é, na verdade, um processo de amadurecimento. “Ser velho não significa ser maduro. Eu mesmo vou morrer imaturo. Ser velho nada mais é do que ter a sorte de envelhecer sem envilecer, sem tornar-se vil”, dispara. Segundo relatório elaborado este ano pela ONG internacional HelpAge, 12,3% da população mundial tem hoje mais de 60 anos, o equivalente  a 901 milhões de pessoas. Em 2030, será 1,4 bilhão, e, em 2050, 2 bilhões. Segundo estimativas do Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE), até o fim do século será comum viver entre 100 e 120 anos - no início do século 20, a expectativa de vida era de apenas 40 anos. 
Além do mercado editorial em atual processo de recessão, segundo a Fundação Instituto de Pesquisas Econômicas (Fipe), é incapaz de absorver toda a demanda criativa - somente na editora pernambucana Bagaço são, pelo menos, 16 escritores ativos com esse perfil - não existem, no Brasil, incentivos públicos voltados especificamente à produção literária na terceira idade. Na Argentina, por outro lado, o governo portenho prevê a concessão de pensões a escritores com pelo menos 60 anos de idade e cinco títulos publicados, que vivam há mais de 15 anos em solo argentino. Os benefícios, instituídos em 2012, chegam a US$ 900 mensais, e são oferecidos a autores de ficção, poesia, ensaios literários e peças de teatro.


Entre todos os autores entrevistados pela reportagem, porém, as recompensas financeiras não são mencionadas como prioridade. Escrever atende à função de registro, caixa de recordações, hobby e até mesmo salvação - do tédio, do ócio, do esquecimento. “A literatura nos salva”, declara Fátima Quintas, que aos sete anos de idade já depositava alguns versos sob o travesseiro da mãe, hábito que ainda a inspira a escrever. “Envelhecer não envolve a pretensão de se tornar rico. Sou classe média, à moda antiga, sempre fui. Pode escrever aí: tenho mais ou menos 200 anos. Não preciso ser rico. Sou um sobrevivente”, finaliza Jomard. 


STEPHEM BELTRÃO | 64 anos 

“Escrevo sobre a vida de marinheiro, a boemia e os bares.”

Nascido em Vitória de Santo Antão, Stephem começou a escrever após três décadas de atuação como marinheiro. As experiências ao mar, a vida boêmia e as pessoas que encontrou no caminho estão entre as inspirações. Ingressou na Marinha do Brasil pela Escola de Aprendizes Marinheiros de Pernambuco, aos 17 anos. Na literatura, estreou em 2003, ao publicar o livro ‘Retratos do tempo’ - “motivado pelo fato de que a sociedade brasileira não conhece as atividades das Forças Armadas.” Em 2007, lançou ‘Vida de marinheiro’, no qual reúne relatos próprios e de outros quatro colegas sobre as atividades ao mar. “Aportei em vários estados do país, em outros continentes, também. Recolhi memórias”, sintetiza.  Antes dos sete livros já publicados, as experiências davam origem a músicas - Stephem Beltrão compôs mais de 100. “Minha motivação maior, como escritor e poeta, é a vida das pessoas. Seus costumes, sonhos, frustrações”, define. Aos 64 anos, não se intimida pelo computador: usa a tecnologia para produzir e divulgar textos, além de se relacionar com outros escritores. A vasta experiência, a disponibilidade de tempo e o aporte financeiro para custear as publicações estão entre as vantagens, segundo Stephem, de escrever na terceira idade. Além de acadêmico da Academia Vitoriense de Letras, Artes, e Ciência, da Academia de Letras do Brasil, o autor é membro da União Brasileira de Escritores de Pernambuco.


ADMALDO MATOS | 70 anos

“Eu me senti na obrigação de documentar o meu tempo.”

Nascido em Gravatá, no Agreste pernambucano, Admaldo atuou como vereador do Recife, auditor do Tesouro Estadual, professor e secretário, antes de se tornar escritor. “Escrever é como construir edifícios. Primeiro, monto a estrutura na mente. Depois, ergo paredes, instalo portas”, define o autor, que escreve os primeiros rascunhos a caneta, em até três versões, antes de transcrever os textos no computador. A máquina de escrever foi encostada há anos. Lança, no próximo dia 22, ‘O penúltimo horizonte’, último volume de uma trilogia cujo objetivo é documentar a história da sua geração. ‘Terras adormecidas’ e ‘Fronteiras de chumbo’ foram os primeiros livros da sequência, centrada no recorte de tempo entre a Segunda Guerra e a queda do Muro de Berlim. “Os personagens são fictícios, mas os fatos são reais”, explica. Para ele, existem três maneiras de documentar o tempo: como historiador, como escritor de memórias e como escritor de romances. “Escolhi a terceira, porque não tenho o embasamento científico de um historiador, nem acredito que as memórias pessoais atendam ao coletivo.” No mês passado, Admaldo Matos - autor de 14 obras - foi eleito imortal na Academia Pernambucana de Letras, onde ocupa agora a cadeira de número 12, que pertencia a Nelson Saldanha. Para ele, o grande trunfo da maturidade é o distanciamento em relação aos fatos, além da experiência. “Você já sabe como o passado termina.”


RACHEL CARRILHO | 89 anos 

“Enquanto eu tiver uma memória boa, vou continuar a produzir.”

“É que meu marido não gostava que eu saísse de casa com frequência.” Esta é a primeira frase de Rachel Carrilho ao tentar resgatar os motivos que a levaram a se tornar escritora. Em casa, “matava” o tempo escrevendo notas, crônicas, pensamentos. Registrava tudo a caneta, em papéis que invariavelmente eram jogados na lixeira da cozinha. Ao ficar viúva, descobriu nas gavetas do marido, Eymard Dantas Carrilho, todas as anotações descartadas. “Ele as recolhia, desamassava e guardava. Aquilo me emocionou demais”, recorda. Aos 80 anos, publicou o primeiro livro, ‘Na leveza do sonho’, uma reunião de crônicas que, não fosse o marido, teriam sido desperdiçadas - “foi um apanhado do que estava nas gavetas dele.” Depois, vieram ‘À sombra do roseiral’, em 2008, ‘Enquanto a luz não se apaga’, em 2009, e ‘Quando os ventos cantam madrigais’, em 2011. Hoje, escreve sempre no início da manhã ou no fim do dia, quando a casa está tranquila. Usa papel e caneta para registrar as ideias, depois as transcreve para o computador. “Aquela tela do computador não me inspira nada.” Rachel, que escrevia pequenos versos desde a infância, diz que a velhice lhe melhorou como pessoa e como escritora. “Se estivermos atentos, a maturidade nos ensina lições todos os dias. Nos torna mais sábios, mais tolerantes”, pondera. Diz que o objetivo é repassar conselhos, transmitir “coisas boas” com seus livros, produzir uma “escrita leve.” No momento, tem um livro de poesias em fase de conclusão, com o título provisório ‘Flor de espumas’, que deve ser lançado no ano que vem. “Talvez eu lance em novembro, quando faço 90 anos. Por que não?” 


ROSTAND PARAÍSO | 85 anos 

“Só com o tempo é que se tem recordações e saudade do passado.”

Médico cardiologista, Rostand Paraíso publicou o primeiro livro aos 63 anos, ‘Antes que o tempo apague’. Em algumas obras, resgata memórias afetivas do passado, usando como pano de fundo cenários reais do Recife - a Rua Nova, a esquina do Lafayette, além de hotéis e pensões locais. Membro da Sociedade Brasileira de Médicos Escritores e da Academia Pernambucana de Letras, Rostand credita à aposentadoria como professor o ingresso na carreira literária. “Antes de me aposentar, vivia ocupado, dando aulas e administrando minha clínica. Criei coragem para escrever depois que dei entrevista sobre uma coleção de HQs. Passei a escrever crônicas inspiradas nos quadrinhos, e não parei mais”, conta. “Me entusiasmei e decidi escrever sobre o Recife da minha mocidade.” Seu último lançamento, ‘Toque de recolher’, foi divulgado na Fenelivro, no mês passado. “Já sinaliza o que sinto agora: que está na hora de parar”, explica o médico, que pretende, a partir de então, se dedicar somente a reedições de antigas obras, como ‘Esses ingleses e O Recife’ e a ‘II Guerra Mundial’. Dos 15 livros publicados desde a década de 1990, 12 estão esgotados. Alguns rascunhos antigos foram escritos à máquina - “sou datilógrafo” - mas é no computador que nascem os textos. “Tive que enfrentar a tecnologia. Não entendo profundamente, mas abro a página em branco e começo a escrever. Já escrevi a pena também”, recorda.


MARLY MOTA | 89 anos

“Minha escrita é só de memórias. E minha memória é formidável.”

Escritora e artista plástica, viúva do também escritor Mauro Mota, Marly vai a Gravatá todos os sábados, acompanhada do filho, onde faz as compras da semana e reencontra amigas, busca inspirações. “Tenho uma velhice tão boa que nem me lembro que sou velha”, brinca. É a mais velha entre os membros da Academia Pernambucana de Letras. Adotou o hábito de escrever no computador no início dos anos 2000. Agora, usa a máquina como um baú de memórias: deposita na tela todas as recordações que lhe vêm à mente. “Sempre fui ligada às memórias, desde que comecei a escrever”, lembra. Menciona o marido como principal incentivador de um hábito que, secretamente, ela conservava desde a infância. Ganhou dele, nos primeiros encontros, uma coleção de clássicos da literatura. “Me casei com um intelectual, não tinha como não despertar meu interesse pela escrita.” Hoje, se dedica a reeditar - com acréscimos - antigas obras, como ‘O mundo e o carrossel’ e ‘Além do jardim’. Escreve, diariamente, com o dicionário ao lado, em busca de palavras que ainda não tenha usado nos quatro títulos já publicados. “Releio sempre os meus diários, quando preciso de referências ou quando quero confirmar detalhes das minhas memórias”, diz. “Tenho tudo anotado, toda a minha juventude registrada. Eu vivi".
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Fonte: Diário de Pernambuco, edição do dia 18/10/2015. Título original: 'Na melhor idade, escritores pernambucanos se dedicam por completo à produção literária'.