Por Francisco Javier Irazoki
La poesía portuguesa aportó obras de
indiscutible calidad en el siglo XX. Las
firmaron diversos autores clásicos. También destacaron dos poetas de vida
breve: el suicida Mário de Sá-Carneiro y Daniel Faria (Baltar, 1971 - Roriz,
1999). Faria, novicio en el monasterio benedictino
de Singeverga, falleció en un accidente doméstico. Había publicado cinco libros. Sobresalen dos con título
largo: Explicación de los árboles y de
otros animales y Hombres que son como lugares
mal situados. La edición póstuma de su poesía completa incluye tres obras
primerizas y Los líquidos, su último
conjunto de versos.
En la única entrevista que de él se conserva,
Daniel Faria declaró que compuso Hombres que son como lugares
mal situados en una especie de trance. Al parecer, se limitó a “un
ejercicio de obediencia”. Comprendemos que el poeta se identificase con San
Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. La obra se inicia con un propósito
claro: “Examinemos a un hombre en el suelo”. El escritor observa cómo agarramos
una piedra, cómo emitimos el grito, nuestra semejanza con un meteoro caído. A pesar de su juventud, logra el tono meditativo. A menudo lo
combina con metáforas poderosas. Describe con palabras serenas cualquier movimiento humano.
Retrata a personas sin brújula que esperan en sus balcones orientados hacia la
vejez. Se fija en seres que viven con sus manos puestas en unos barrotes o con
la cabeza reclinada en unos hierros. Para definirlos, piensa en refugios de
contrabandistas. Nos advierte: “No los toquemos sino con los materiales
secretos/del amor”. En algunas páginas se percibe una leve influencia de
Herberto Helder.
En el apartado “Para encontrar el golpe en el
sueño” hallamos la comunicación con una mujer rodeada de peces o sentada entre
pájaros. En la sección “Si vas por el centro de ti mismo”, Faria se expresa de
manera concisa. Escoge personajes que deambulan en desiertos
bíblicos. Una Sara
envejecida que deshace los bajos de sus vestidos, su esclava, un arquero, el
niño que duerme cerca de un arbusto. Lot y Abrahán dialogan. Pone voz a la mujer
adúltera y al hijo pródigo. Se evocan los ríos de Babilonia, la ciudad de Sarepta, el
príncipe Jonatán y el profeta Ezequiel. Los elementos del poema son el pozo, la
vid, el velo, la reja del arado, el haz de leña, las casas destruidas.
La sección “Una especie de ángel herido en la
raíz” reúne varias reflexiones sobre la palabra. Daniel Faria muestra las
claves de su escritura e intuimos sus búsquedas complejas. Nos dice que se
adentra lentamente en el ritmo de un salmo, o que lucha mientras el poema
retrocede y se esconde en un caparazón. ¿Qué significa la palabra para el autor?
“Ella es un candil sobre mi mesa”, explica. En el apartado “Para el instrumento difícil del
silencio” transmite un peculiar misticismo contra la “suma de ruinas”. Los
vocablos elegidos son fulgor, balanza, soplo, corteza, hendidura, vaso,
relente. El volumen se cierra con un autorretrato en prosa, un discurso que
Faria leyó pocos meses antes de su muerte.
La penúltima frase resulta premonitoria: “El
retrato del artista - el mío - en el presente es un rostro alejándose”. Por la
similitud del caso, el lector en español no puede evitar el recuerdo de los
últimos versos escritos por Félix
Francisco Casanova.
Editado en versión bilingüe, con cubierta de
tapa dura e ilustraciones de Christian Hugo Martín, Hombres que son como lugares mal situados ha sido traducido de forma encomiable por el poeta Luis María Marina. El libro crea una
expectativa. Al terminar de leerlo, sentimos el deseo de conocer todos los
textos redactados por Daniel Faria. Su poesía reunida, publicada en Portugal en
2003, merece sin duda una edición en lengua española.
Hombres que trabajan
bajo la lámpara
De la muerte
Que excavan en esa luz para ver quién ilumina
La fuente de sus días
Hombres muy doblados por el pensamiento
Que vienen despacio como quien corre
Las persianas
Para ver en lo oscuro el primer manantial
Hombres que excavan día tras día el pensamiento
Que trabajan a la sombra de la copa cerebral
Que podan la piedra de la locura cuando aplastan las pupilas
Hombres todo blancos que abren la cabeza
En busca de esa piedra definida
Hombres de cabeza abierta expuesta al pensamiento
Libre. Que vienen despacio a abrir
Un lugar donde amanezca.
Hombres que se sientan para ver una mañana
Que excavan un
Homenaje a Daniel Faria
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Fuente: El Cultural - http://www.elcultural.com.