Para aqueles que, como eu, acompanham a conjuntura latino-americana, estes últimos dias têm sido muito intrigantes. A razão está à vista: a misteriosa morte do procurador argentino Alberto Nisman, que tinha sob sua responsabilidade a investigação do atentado à Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), caso que se arrasta há já 21 anos. Nisman foi encontrado morto em seu apartamento em Buenos Aires, no bairro de Puerto Madero, nas proximidades da Casa Rosada, que abriga a Presidência da República do país. A mãe o encontrou caído no banheiro com um tiro. As especulações sobre o ocorrido são muitas. Suicídio? Suicídio induzido? Assassinato? A trama parece bem complexa, envolvendo serviços de inteligência, as "sombras" do poder e até, talvez, inocentes úteis. Da cobertura até agora realizada, ao que tudo indica, tem sido o Jornal Página 12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/principal/index.html) o que com mais propriedade - sem precipitações e buscando a interligação dos fatos - tem enfocado o acontecido. Aí abaixo, reproduzo alguns textos a respeito, começando com uma entrevista com Horacio Lutzky sobre as obscuras posições de dirigentes judeus, o Estado argentino e o caso AMIA. A fonte de todos os textos é o Jornal Página 12.
O promotor Nisan; ao fundo, destroços do atentado à AMIA |
Fabián Harari
Valeria Sleiman
En su libro, Brindando
sobre los escombros, Horacio Lutzky condensa una investigación de más de 15
años sobre el papel de la dirigencia judía, el Estado argentino e Israel en el
encubrimiento del atentado a la AMIA. En esta entrevista, indagamos sobre esa
trama, sobre los vínculos del Estado de Israel con la dictadura y sobre el
acuerdo con Irán.
Horacio Lutzky es abogado y
periodista. Fue director del periódico Nueva Sión (1991-1995 y
1999-2000) y de la sección de noticias de la señal Alef Network (1995).
A partir de sus críticas a la dirigencia comunitaria, se lo despidió de ambos
medios. Fue observador en el juicio oral y público de la causa AMIA y asesor
parlamentario ad honorem para el dictamen acusatorio contra la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, por su mal desempeño en la investigación del atentado
contra la Embajada de Israel. El año pasado, publicó su libro Brindando
sobre los escombros (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2012), una
investigación donde describe las maniobras de encubrimiento del atentado a la
AMIA de la dirigencia judía, en colaboración con el Estado argentino y con la
diplomacia israelí y norteamericana. El Aromo se acercó para discutir con él
estos temas. Aquí, lo más importante de la charla.
Horacio,
¿cómo llegó a esta investigación?
Siempre traté de congeniar dos
intereses: la cuestión jurídica y el periodismo. En la post dictadura apareció
un medio que unía esas pasiones. Se identificaba con los derechos humanos y con
una ideología de izquierda dentro de la comunidad judía: un periódico llamado
Nueva Sion. Me acerqué y empecé a colaborar. Teníamos una mirada muy crítica
con el establishment comunitario. Pasó el tiempo y me ofrecieron la dirección.
Con amigos, uno de ellos Marcos Doño -que estaba en la redacción y fue
detenido-desaparecido en la época de la dictadura-, pergeñamos la idea de hacer
un programa y luego una señal de televisión. La idea necesitaba de
capitalistas. Había dos grupos, uno inversor y otro de trabajadores. Quedé como
vicedirector del último. Rápidamente, uno de los accionistas se comió al resto:
Rubén Beraja. Era presidente del Banco Mayo, de la DAIA y del canal. En la
dirección de noticias, manejábamos la línea Marcos Doño, Roxana Levinson
-familiar de víctimas en ambos atentados- y yo. Éramos un grupo muy sólido en
lo ideológico y pensábamos que el canal no tenía que tener otro objetivo mayor
que el de denunciar impunidad, que ya estábamos viendo. Empezamos a salir en
los primeros programas con revelaciones fuertes, que son las mismas que
diecinueve años después se están dando por probadas, es decir, que había una
fuerte conexión local, que había que investigar a la policía y a los servicios,
que había una pista siria y que el menemismo estaba encubriendo.
Ahí comenzamos a sufrir
episodios de censura por parte de la dirección del canal. Por un lado,
despidieron a los trabajadores que estaban en la dirección de noticias y
llegamos a enfrentamientos, que en ese momento no teníamos tan en claro a qué
obedecían. Pensamos que eran temas financieros. Pero no era así. Llegó un
momento en que tuve que entrar hasta con un oficial de justicia para sacar
material periodístico. Sostuvimos una pelea con intercambio de cartas
documento, con denuncias y demás, que duró un año aproximadamente. Anularon el
departamento de noticias, fomentaron enfrentamientos internos y le impidieron
entrar a gente del canal. Antes que destruyeran el material, yo hice una acción
para poder entrar a buscar mis cosas, porque habían puesto seguridad interna,
que era gente del Banco Mayo. Ocuparon de facto el canal. Ese fue el episodio
que me hizo entender que algo estaba tremendamente mal, porque uno por lógica
espera que los criminales no contribuyan al esclarecimiento y traten de desviar
las investigaciones, pero lo que es absolutamente escandaloso es que
representantes de las víctimas sean quienes están en contra del
esclarecimiento. Ahí es donde nace una sospecha que después se fue
solidificando.
Usted en
su libro relata los vínculos de la dirigencia comunitaria y de Israel con la
dictadura…
Tendría que hacer una diferencia:
la comunidad judía y la dirigencia. La comunidad judía ha sido particularmente
perseguida por la dictadura. Eso tiene que ver tanto con un compromiso con las
causas populares como con una visión prejuiciosa y antisemita de los
dictadores. Un presidente de la DAIA tuvo un hijo secuestrado por la dictadura
militar, Nehemias Resniki. Pudo salvar al hijo y siguió siendo el presidente de
la DAIA. Hubo otro caso: Jaimovich, era presidente de la DAIA de Córdoba y su
hija murió y hoy pertenece a las asociaciones de familiares de detenidos y
desaparecidos. En el caso de Resniki, hubo quienes criticaron duramente que no
haya renunciado y hay quienes marcan que a partir de ahí empieza un giro de no
denunciar, un pacto de no-agresión. Sea cual fuera la explicación, es cierto
que la DAIA tuvo una actitud macartista con los perseguidos que iban a
solicitar ayuda. Les cerraba la puerta, los ninguneaba. Israel, en esos años,
en su búsqueda de desarrollar su industria militar, encontró un nicho
interesante en Argentina, pero particularmente en dos momentos: cerca del año
’78, ante el conflicto del Beagle, y especialmente en las postrimerías de
guerra de Malvinas y en el comienzo, donde prácticamente era el único
proveedor. En el medio de esos períodos, también hubo abastecimiento. Entonces
paradójicamente el régimen militar, que tenía una ideología radicalmente
antisemita, sostenía relaciones muy cordiales y amables con el Estado de
Israel.
Vamos al
corazón de su libro, allí cuenta, nombre por nombre, cada uno de los dirigentes
que tuvo la DAIA y muestra sus conexiones con el poder político en los ’90.
El libro está enfocado en la
cuestión del encubrimiento y el apoyo de cierta dirigencia judía a los
encubridores. Dentro de esa mirada hay un momento, que es el que está
representado en la tapa del libro, que me parece simbólico, porque es la foto
de dos presidentes de la DAIA homenajeando a un procesado por encubrir la
investigación del atentado: el comisario Fino Palacios. Hay dos de esos
dirigentes de los años ’90: José Hercman, quien era el presidente de esa
entidad en ese entonces, y Aldo Donzis, quien fue hasta hace muy poco
presidente de la DAIA. Lo que muestra la foto es, desde Beraja hasta los años
2000, una línea única y uniforme. Otro personaje interesante en la foto es el
comisario Santos, uno de los involucrados en la represión en Plaza de Mayo en
diciembre del 2001 donde murieron 30 personas. Y el otro es Carlos Soria, que
integraba la comisión bicameral de seguimiento, que fue más bien de
encubrimiento, que tenía lazo directo con la SIDE y que estaba claramente
interesado en que no se investigue absolutamente nada. Otro dato de Soria es
una foto donde están compartiendo una cena con Priebke. Hercman tuvo de
inquilino a un agente iraní, un pescado gordo y la gente dice que fue
casualidad. Son todas las casualidades permanentes…
Lo curioso es que a la semana
siguiente de ese acto tenían que empezar a declarar todos los policías. Una
semana antes, hicieron un acto de homenaje. Un escándalo. Pensemos que entre
los dos atentados hubo una docena de policías que no estuvieron donde tenían
que estar. Entonces, esto solo, indica por dónde había que empezar a
investigar.
¿Puede
describirnos a la dirigencia judía, más allá de Beraja?
Roberto Zaidemberg fue un
abogado que tuvo participación en algunos tramos de la causa como mano derecha
de Rubén Beraja. Apareció imputado en las investigaciones por el vaciamiento
del Banco Mayo como titular de una de las empresas beneficiarias de presuntos
autopréstamos. Mediante ese mecanismo, el Banco Mayo recibió 298 millones de
pesos-dólares que desaparecieron en cuestión de no más de siete semanas. En los
tiempos siguientes se dedicó a hacer lobbie en favor de Galeano: mandar cartas
a los diarios y denunciar a los familiares que criticaban la historia
oficial.
José Hercman fue un contador
que hizo fortuna en la época de las privatizaciones de Menem, básicamente, como
asesor del grupo Meller. Fue de las personas del riñón de Rubén Beraja y fue
presidente de la DAIA, después de él. Pero ni bien comenzó a trabajar como
dirigente en la DAIA, en el año ’91, realizó un contrato de locación con un
agente iraní, que fue acusado de ser parte de la trama local del atentado. No
denunció oportunamente que tenía semejante personaje como inquilino, quien
manejaba las finanzas de la embajada de Irán y, por eso, ésta le salió de
garante. Ese inquilino representaba a una empresa conocida como GTO, que se
encargaba de exportaciones-importaciones. Está claramente identificada como la
responsable de las triangulaciones y la obtención de armas en distintas partes
del mundo.
Jorge Kirszenbaum concentraba
todo el poder comunitario: negocios y lo que movía la Fundación Banco Mayo. A
partir de ahí, se convierte en incondicional de Beraja y, en los años siguientes,
va a ser uno de los presidentes de la DAIA. Defendió la historia oficial,
diciendo que si cae Galeano, cae la causa AMIA. Últimamente se lo vio como
abogado defensor de De La Rúa.
¿Cuál es
su hipótesis sobre el origen el atentado a la AMIA?
En los años ‘90, agentes
iraníes como John Pashai hacían sigilosas compras de armas y explosivos a
Fabricaciones Militares en Argentina, mientras Irán presionaba al gobierno
argentino para que cumpliera con la entrega de material y tecnología para el
desarrollo de su planta nuclear, compromiso obligado por un contrato
millonario. Estados Unidos e Israel favorecieron la ruta iraní de armas
argentinas para los musulmanes bosnios, pero se opusieron rotundamente a la
provisión de elementos para el desarrollo nuclear de Irán. En Buenos Aires, los
tres países mantuvieron un inestable acuerdo en el envío de armas a los
Balcanes, pero se enfrentaron duramente en dos bandos opuestos respecto del
cumplimiento del convenio nuclear, objetivo estratégico central del país de los
ayatollahs. La pulseada fue perdida por Irán, que en diciembre de 1991 vio cómo
el embarque de material nuclear que le estaba destinado -ya cargado en el
puerto bonaerense de Campana- fue abruptamente suspendido por presión de
Estados Unidos. Entre los intentos de apaciguar la indignación iraní,
negociadores argentinos se comprometieron a suministrar armas y
explosivos para los combatientes islámicos que enfrentaban a los serbios en
Bosnia, con el aval de Estados Unidos. Irán aceptaría el “premio
consuelo”, pero no dejaría de tomar revancha. Esa tensa relación podría
justificar el espionaje que los ineficaces servicios de inteligencia argentinos
desarrollaron sobre la sede diplomática iraní antes de los atentados. En el
descontrolado tráfico de armas y explosivos intervinieron agentes
iraníes, que para los envíos actuaban en obligado acuerdo con representantes de
Croacia, punto de ingreso por mar hacia Bosnia. Al menos parte de los embarques
de explosivos se hicieron en un sector del Puerto Nuevo de Buenos Aires,
de cuyas inmediaciones salió el volquete depositado en la puerta de la
AMIA, minutos antes de la explosión. El volquete era de propiedad de
Nassib Haddad, quien no podía justificar grandes compras del explosivo amonal,
realizadas en los meses anteriores. Haddad fue detenido a pocos días del
atentado, pero liberado en cuestión de horas tras urgentes gestiones del
coronel Carlos Franke, jefe de Fabricaciones Militares. Muchos nombres que
aparecieron como sospechosos con el tráfico ilegal de armas desde Argentina, en
los años ’90, y en los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, venían
realizando operaciones con nuestro país desde los años de la dictadura militar.
Allí se entrecruzaron oscuros negociantes argentinos, israelíes y de otros
puntos de Medio Oriente.
La política secreta y los
negocios sucios diluyen los límites entre criminalidad y cuestiones de Estado,
y con ello, obturan las posibilidades de obtener verdad y justicia. Más alla de
consideraciones humanitarias, los intereses estadounidenses –respaldados por
Alemania y el Vaticano- pasaban por repeler las intenciones
expansionistas serbias y el tráfico ilegal de armas era un elemento esencial.
Una investigación promovida por la bancada republicana del congreso norteamericano,
sintetizada en un informe de más de 700 páginas -Final report of the
select subcommitte to investigate the United States role in iranian arms
transfers to Croatia and Bosnia- de octubre de 1996, documentó cómo el gobierno
de Bill Clinton habilitó “luz verde” al canal iraní de contrabando de armas
para los musulmanes de Bosnia. Otras investigaciones independientes, demuestran
que la trama comenzó antes, bajo el mandato de George Bush (padre), como
política que fue llamada de “ojos cerrados”, donde los norteamericanos conocían
perfectamente el tráfico, pero no intervenían pese a su carácter de garantes
del embargo dispuesto por la ONU. El modelo incluía fondos sauditas tal como
antes se había hecho en Afganistán apoyando a los combatientes islámicos para
echar a los soviéticos. Con Clinton, la colaboración fue activa y directa, con
la intervención del embajador norteamericano en Croacia, Peter Galbraith, que
realizó desesperadas gestiones para frenar los reiterados enfrentamientos
armados entre croatas y musulmanes, que por meses impedían la llegada de los
suministros iraníes para Bosnia (a través de Croacia). La condescendencia
secreta con los iraníes contradecía el discurso público norteamericano. El
asunto se reactualizó años después, cuando quedó en evidencia que entre los
miles de combatientes islámicos o “mujaidines” que actuaron en Bosnia y
accedieron a armas con el visto bueno estadounidense, figuraban
militantes de Al Quaeda, ligados directamente a Osama Bin Laden, quien recibió
un pasaporte bosnio. Entre ellos, el 2° comandante de Al Quaeda -Ayman al
Zawahiri- y Khalid Shaikh Mohammed, que también obtuvo ciudadanía bosnia.
Mohammed es considerado el cerebro de los ataques a las Torres Gemelas en el
2001. Si bien en 1996 el congreso norteamericano se había interesado en
investigar estos oscuros lazos, después de los miles de muertos en el World
Trade Center, ni demócratas ni republicanos desearon volver a revisar nada
sobre el tema. Tampoco les resultaba atractivo que se expusiera a la luz
pública cómo algunos de los miembros de la red iraní, que armaba a los bosnios
contra los serbios, contaron con todo tipo de apoyos en Buenos Aires para
traficar armas y explosivos, hasta que se produjo el atentado a la AMIA, por el
que acusan precisamente a un grupo iraní.
Acá hubo representantes de los
bosnios-musulmanes, entre los cuales aparecen militares que actuaron en la
dictadura. Uno de ellos, del entorno de Massera. Aparece involucrado también Al
Kassar, que tuvo un embargo de cuentas en una causa que llevaba el juez
Baltasar Garzón. Al Kassar era el apoderado del gobierno argentino para la
venta de armas. Los croatas se quedaban con un 30, 40 o 50% de los envíos,
según distintas estimaciones. Le cobraban un impuesto de tránsito. Entonces,
los iraníes ponían dinero para obtener armas. Pero no siempre las armas
llegaban a destino. Lo importante es que a cinco o diez minutos de la AMIA,
había un almacenaje descontrolado de toneladas de armas y de explosivos, en
cuyo tráfico estaban interesados agentes sirios y agentes iraníes con el visto
bueno de Estados Unidos, de Israel y la participación de Argentina.
O sea que
habría una vinculación entre la AMIA y la explosión de Río Tercero…
Siempre se intentó de que
estas causas no tuvieran ningún punto de contacto. Lo que se presentó durante
tantos años engañosamente como un accidente, hoy está demostrado que fue un
crimen de Estado para encubrir -en mi opinión- no sólo el tráfico de armas,
sino también las derivaciones con el atentado a la AMIA. Esa es mi hipótesis.
Por lo
que usted sugiere, el motor del atentado tiene un contenido más económico: la
suspensión de los contratos por el proyecto Cóndor.
Eso, sumado a la irritación
siria que, por ese momento, había prohibido el ingreso de Menem a su país,
debido a que había estallado el escándalo con la familia Yoma. Había amenazas
de vendetta, incluso de la familia política del presidente, porque la habían
procesado a Amira. Había reclamos de Assad que fueron públicos. O sea, el
incumplimiento con el embarque de material nuclear sin dudas fue algo así como
un casus beli para los iraníes. En el lapso de unos pocos meses, se había
desarrollado la necesidad, tanto de Irán como de Siria, de producir algún
contraataque importante.
En el
ámbito público se habla de la famosa traffic, ¿por qué usted problematizó su
existencia?
La traffic aparece en la causa
apenas dos horas después del atentado, insertada por el comisario Castañeda,
que está procesado por destruir pruebas. En ese momento era absolutamente
imposible determinar que existía una traffic blanca, como dice él en una de las
primeras fojas. En las actuaciones siguientes, se sabe que hubo apretadas a
testigos para que dijeran haber visto una traffic. Por ejemplo, hay una testigo
que era ascensorista de la AMIA y que vio cómo desde una camioneta se bajaba
una pila de bolsas de materiales de construcción y se la dejaban al costado
derecho de la AMIA. La AMIA estaba en refacciones, pero resulta ser que el
corralón de materiales, en realidad, ese día jamás llegó a enviar ningún
pedido. Con lo cual, no se sabe quién dejó eso y no se sabe qué tenían esas
bolsas, que esta testigo con toda su inocencia describió con lujo de detalles.
Pero a nadie le interesó profundizar sobre esa vertiente. El volquete que se
dejó en la puerta de la AMIA, cinco minutos antes del estallido (o de los
estallidos), era de propiedad de un señor que tenía su depósito a unos escasos
cien metros, de donde salía el tráfico de explosivos y de armas, que además era
un referente importante del centro islámico, al que concurrían tanto los Menem
como Al Kassar. Ahora, si en realidad entró circulando por Pasteur una
camioneta traffic, conducida por un señor con rasgos árabes, que fue vista por
una testigo vinculada a un miembro de Bomberos, que fue absolutamente
contradictoria en su testimonio (que se quebró incluso), que en un momento dijo
que “lo miró a los ojos fijamente y que se asustó por la apariencia árabe del
que iba manejando”… En fin, esa hipótesis de una camioneta que viene de Foz de
Iguazú volando, con un señor con turbante y se estrella contra la AMIA, deja
afuera cualquier otra especulación.
La pista
siria digamos…
La pista siria y la pista de
la zona liberada. La pista del tráfico de armas, lo cual no implica que
no haya habido señuelos.
Estaban
también las negociaciones de Siria e Israel por el Golán.
Bueno, eso es uno de los
motivos por los cuales después se decidió que a Siria había que dejarla afuera
de toda responsabilidad, sumado a que Siria hizo los deberes con occidente en
reiteradas oportunidades. No nos olvidemos que cuando fue el envío de naves al
Golfo por parte de Argentina (1991), Siria estuvo en el mismo bando. Y no nos
olvidemos que pese a todo, pese a la retórica inflamada, la realidad es que la
frontera entre Israel y Siria ha sido, a lo largo de décadas, la más tranquila.
Entonces, hay pactos subterráneos y no se iban a echar a perder por un
expediente en el extremo sur del continente.
No es
raro que las primeras pericias las haya hecho el Mossad. Ellos deberían saber algo…
Bueno, un poco yo lo cuento.
Yo tomé un libro (que se llama justamente Mossad), que confirma
esta hipótesis. O sea, cuenta que hubo agentes del Mossad que fueron a patearle
la puerta a sus directivos y les dijeron “olvídense de este expediente, se
archiva”. Claro que lo sabían.
El
kirchnerismo gobernó durante diez años y casi no hubo avances en la causa. ¿Es
responsable también de que la causa no haya avanzado?
Sí, claro. Pero tampoco puedo
perder de vista que, cuando asume esta gestión, pasaron nueve años de
destrucción sistemática de pruebas. Milagros no se pueden hacer. Lo que sí se
puede hacer es ir a fondo con el tema del encubrimiento, y ahí es donde yo creo
que se puede hacer mucho más de lo que está haciendo la actual gestión.
¿Qué
opina del memorándum que se está votando en el Congreso?
El memorándum en sí creo que es
inconducente, que tiene serios defectos conceptuales y técnicos y que no va a
servir para lo que supuestamente se propone. Yendo a lo técnico, hay una
cuestión que me parece elemental: si se aprueba el memorándum, por ley interna
pasa a ser un tratado. Según nuestra Constitución, un tratado tiene un rango
superior al de una ley interna. Si ese tratado sostiene que las declaraciones
se van a producir después de realizarse una cantidad de procedimientos, eso
significa que el Estado argentino, por una ley superior, aceptó un compás de
espera. Ese compás de espera, sancionado por un tratado, es absolutamente
contradictorio con una orden de detención y comparecencia inmediata, como
serían las alertas rojas de Interpol. Con lo cual, si cualquier interesado se presentase
ante el juez argentino a decirle que cumpla con esa ley superior, el juez
Canicoba Corral debería comunicar a Interpol que quedan sin efecto esos pedidos
de comparecencia inmediata, porque el Estado se comprometió a un compás de
espera y carece de sentido el alerta roja. Entonces, lo único cierto es que los
iraníes van haber logrado ese efecto, que es el que les preocupa. Después, lo
que interesa es lo que nunca se terminó de profundizar: la materialidad del
hecho del encubrimiento. Lo único que tenemos en concreto, y con procesamientos
firmes, es que hubo una gigantesca maniobra para encubrir. Bueno, tenemos que
saber por orden de quién, para qué y para encubrir qué. Y sin tomar como cierto
nada de lo que se toma dogmáticamente. Ni siquiera la existencia de la famosa
camioneta, porque a lo largo de estos años todo lo que eran verdades absolutas
se fueron desmoronando. Entonces, hay que tomar nuevos caminos, como el tráfico
de armas.
Por lo
que se ve, ni el gobierno, ni la oposición parecen interesados en avanzar
realmente sobre la causa…
Por lo menos hasta ahora, es
muy deficiente lo que se está viendo.
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“Fue víctima de una operación”
El ex juez de la
Corte Suprema cree que a Alberto Nisman “le vendieron información falsa”. Dice
que de la denuncia contra la Presidenta no se desprende ningún delito porque no
ocurrió nada de lo que el fiscal dijo que iba a pasar.
Por Laura Vales
“La denuncia no tiene fundamento. Incluso si se aceptara
que existió un plan (del Gobierno, para garantizar la impunidad de los sospechosos
iraníes del atentado a la AMIA), no encuentro el delito, porque este plan
denunciado no pasó al terreno de los hechos, no se logró encubrir a nadie”,
plantea Raúl Eugenio Zaffaroni. En diálogo con Página/12, el ex juez de la
Corte Suprema analizó el escenario planteado tras los pedidos de indagatoria
del fiscal y su posterior muerte. Zaffaroni se mostró convencido de que a
Nisman “le vendieron información falsa”. También cuestionó que los servicios de
inteligencia actúen como auxiliares de la Justicia y consideró que el fiscal
“fue víctima” de una operación.
–Como parte de la presentación, hay
una serie de escuchas en las que se dice que dirigentes kirchneristas con
acceso a la Casa Rosada negociaron que se dejara de investigar a los iraníes.
Además, está el memorando en sí. ¿Por qué esto no sería una prueba suficiente?
–Bueno, hay escuchas de gente que dice que dicen cosas,
pero ¿qué es lo que se hizo? Es decir, puede haber gente que diga muchas cosas,
puede haber gente que diga que vino a hablar conmigo para asaltar el banco de
la esquina, pero ¿yo hice algo para asaltar el banco de la esquina? Otra cosa:
la tentativa de instigación, en el derecho argentino no es punible. Si yo te
quiero convencer de que vayas a matar a alguien, eso no es punible en nuestro
código. Incluso si alguien considera el acuerdo (con Irán) como un acto
ejecutivo, es decir como un acto de tentativa de encubrimiento, el (ex) jefe de
Interpol (Ronald Noble) aclaró que el canciller Héctor Timerman insistió en que
las alertas rojas debían seguir vigentes. Esto está denotando un desestimiento,
y el desestimiento deja impune la tentativa, incluso considerando que es
forzado decir que el memorando ya fuera una tentativa de encubrir.
–¿Y si hubiera sido un plan
frustrado? ¿Tampoco habría delito?
–¿Frustrado en qué sentido?
–Si hubo un plan que resultó
frustrado porque Irán no respaldó el memorando.
–Suponiendo siempre que hubiera habido un plan, el
desestimiento fue anterior a que Irán rechazara el memorando.
–¿Qué opina sobre que Nisman haya
presentado su denuncia durante la feria judicial?
–Fue muy raro.
–¿Por qué raro?
–Porque da la impresión de que alguien lo llamó, algo
pasó: interrumpió un viaje. No había un término que se venciera ni nada de eso,
vino e inmediatamente presentó un escrito de trescientas fojas... es raro, algo
pasó. Ninguno de nosotros interrumpe unas vacaciones para presentar un escrito
en la feria.
–Una especulación es que haya tenido
miedo a ser desplazado de la investigación del atentado y que por eso se haya
apurado...
–Puede ser que alguien lo haya llamado, que le haya dicho
que lo iban a desplazar y que él lo haya creído, no lo descarto. Algo raro
pasó.
–Como ex juez, ¿qué idea tiene del
modo en que los servicios de inteligencia trabajan con jueces y fiscales?
–Creo que los servicios de inteligencia no deberían
trabajar con ningún juez ni con ningún fiscal. Dependen del Ejecutivo y
deberían trabajar con el Ejecutivo.
–En un caso tan complejo como el de
un atentado terrorista, ¿puede la Justicia investigar sin los servicios de
inteligencia?
–Si el Ejecutivo reúne pruebas con los servicios de
inteligencia, las lleva. La función de un servicio de inteligencia es la
seguridad del Estado, todo lo que haga lo tiene que hacer a través del
Ejecutivo, no tiene que tener contacto directo con los jueces. El auxiliar del
juez es la policía.
–¿Cómo ve el papel de la ex SIDE en
este caso? Hay quienes atribuyen la denuncia, e incluso la muerte de Nisman, a
una interna entre dos sectores de la Secretaría de Inteligencia.
–Lo que me parece claro, lo que uno puede decir a través
de las noticias y de lo que pude ver de la causa AMIA, que no he seguido de
manera permanente porque me excusé de actuar... lo que me parece claro es que a
Nisman le vendieron información falsa. Algo pasó, algo sucedió. Porque aparece
este sujeto, que está denunciado por la SI por hacerse pasar como agente de
inteligencia; obviamente circulaba información falsa. (Nisman) no es la primera
víctima de eso.
–¿Por qué se excusó de entender en
la causa AMIA?
–Hace muchos años, con Ricardo Gil Lavedra, Carlos
Arslanian y Andrés D’Alessio hicimos un dictamen a pedido de AMIA y DAIA, en el
que señalamos que en la causa AMIA se estaban dando pistas falsas.
–¿En relación a los policías
bonaerense que fueron acusados falsamente?
–En ese momento se estaba investigando, el juez era (Juan
José) Galeano y nosotros señalamos que había una obstaculización de la
investigación. Por eso después me excusé, ya había emitido opinión sobre la
causa.
–En el expediente AMIA hubo
justamente esta pista falsa que desvió toda la investigación, aunque no está
claro si fue plantada por los servicios de inteligencia.
–No está claro si era atribuible a los servicios. De lo
que sí tengo la plena convicción es de que a Galeano le metieron una pista
falsa. Incluso cuando yo testimonié en el juicio político de él, creí en su
sinceridad. Se equivocó, pero a mi juicio él creyó en lo que le llevaron, a tal
punto que Andrés D’Alessio asumió su defensa en el jury. No tuvimos nunca la
impresión de que estuviera encubriendo, pero sí la impresión de que se equivocó
y estaba siendo engañado.
–O sea que la vulnerabilidad de un
juez puede ser muy alta...
–Muy fuerte, y me parece que a Nisman le debe haber
pasado una cosa parecida.
–¿Lo conoció?
–No, pero no tengo por qué dudar de su buena fe. La
Justicia Penal Federal tiene una característica: es muy psicotizante. En un
momento, si te dejás llevar por los comentarios del personal, de todo el mundo,
te creés que el poder pasa por tus manos, y de repente te das cuenta de que
estás solito con tu cuerpo. Es un fenómeno que... yo fui juez federal hace cuarenta
años, las cosas eran más simples, éramos nada más que tres jueces federales, lo
fui por pocos meses, tuve colegas que eran respetables, gente grande, yo era
joven en aquel momento pero venía de provincia... por suerte no me formé en el
fuero... todo el mundo creía que el poder pasaba por ahí. Salí aterrado de esos
meses, a tal punto que cuando llegó el doctor Raúl Alfonsín al gobierno me
ofrecieron la posibilidad de integrar la Cámara Federal y yo dije “me voy a la
ordinaria”, por el terror que me causó ese microclima. De modo que un
funcionario formado ahí... bueno, puede equivocarse muy fácilmente. Fácilmente
y de buena fe.
–Sobre la denuncia contra el
Gobierno, ¿qué pasos cree que deberían darse ahora?
–Creo que la denuncia no tiene fundamento directamente.
¿Qué van a investigar, algo que no es delito? Si no se llegó al grado de
tentativa en lo que se denuncia, y en el caso de que se hubiera llegado, se
desistió, ¿para qué voy a ver si está probado o no? ¿Qué voy a dejar probado,
un no delito?
–¿Y con respecto a la muerte del
fiscal?
–Hay que investigar a fondo lo qué pasó, hacer los
peritajes que hay que hacer, tomar declaración a los testigos, y de ahí saldrá
la verdad..
–En el país hemos tenido varios
casos de supuestos suicidios vinculados con hechos políticos, casos nunca
esclarecidos...
–Sí, y después queda una leyenda urbana. Me acuerdo de
Juan Duarte y el capitán Gandhi con la cabeza de Duarte dando vueltas por
tribunales (Gandhi, jefe de un grupo parapolicial antiperonista, exhumó el
cuerpo del hermano de Evita, le cortó la cabeza y la mostraba para demostrar
que había sido asesinado). Lo importante es que se hagan bien las cosas en la
Justicia.
–¿La Justicia puede determinar si un
suicidio fue inducido?
–La instigación al suicidio está en el Código Penal. Es
muy interesante para los casos de laboratorio y para todo lo que nosotros
hacemos en materia teórica, pero en treinta y cinco años de juez no vi ningún
caso de instigación al suicidio, no sé si hay alguna condena de instigación al
suicidio en el país. Si la hay, tiene que ser una rara avis. Es muy difícil
probar eso, probar que determinaste a otro a suicidarse. Yo no conozco casos
reales. No sirve la fórmula porque es la única vez que el Código Penal usa la
palabra instigación, entonces de ahí deducimos teoría para la participación...
pero nada más.
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Por Raúl Kollmann
El último hombre que vio
con vida a Alberto Nisman, Diego Lagomarsino, se conectó a través de otra
persona –una magistrada– con Página/12. “No soy un agente de Inteligencia, no
tengo nada que ver ni jamás conocí a Jaime Stiuso”, mandó a decir. El técnico
informático relató que el sábado lo llamó Nisman y le pidió la pistola
prestada: “Me dijo que era por seguridad. Que el día anterior lo había llamado
Stiuso y le dijo que se cuidara de la custodia y que, además, tuviera
precaución con la seguridad de sus hijas”. Lagomarsino llegó a la torre Le Parc
de Puerto Madero, lugar al que iba habitualmente; la guardia consultó al
fiscal, éste lo hizo pasar y no hubo revisación de ningún tipo. Hoy en día,
recapitulando lo sucedido, asegura que siente culpa porque en ese momento no se
le ocurrió pensar que no debió prestarle una pistola a alguien en esa situación
de presión.
La versión de Lagomarsino fue transmitida a este diario a
través de una jueza amiga desde hace años de la familia del técnico
informático. “Es un pibe joven, casado y con hijas chicas. Tiene mucho trabajo:
le decimos ‘Cerebrito’, porque arregla todos los problemas en las computadoras.
Yo le creo”, sostiene la jueza. Como es obvio, este diario no tiene elementos
para creer o descreer de la versión del técnico informático.
Si fuese cierta la versión que transmite Lagomarsino a
Página/12, por primera vez aparece nombrado directamente Antonio Stiuso en
relación con los hechos de la última semana. El ex director de
Contrainteligencia de la Secretaría de Inteligencia, despedido en diciembre
pasado cuando la Presidenta decidió cambiar la cúpula del organismo, mantuvo en
los últimos años una estrecha relación con el fiscal Nisman, que el juez
Rodolfo Canicoba Corral definió la semana pasada como de subordinación del funcionario
judicial al de los servicios de inteligencia. Desde la presentación de la
insólita denuncia del fiscal, en la Justicia todos vieron la mano del espía en
la iniciativa, como una forma de venganza por su despido, y señalaron a Stiuso
como posible responsable del abrupto regreso de Nisman de sus vacaciones para
presentar al día siguiente su escrito. Pero la versión de Lagomarsino lo coloca
en estrecha relación con el fiscal hasta el último momento.
Página/12 se asentó en hechos objetivos que convierten a
Lagomarsino en un personaje extraño pero protagonista esencial en la historia
de la muerte del fiscal:
- Es el último que lo vio con vida.
- Le facilitó la pistola de la que salió el disparo que
le produjo la muerte. En eso no hay dudas: el plomo encontrado en el cráneo del
fiscal se corresponde con la vaina encontrada en el baño y esa vaina salió de
la pistola Bersa, calibre 22.
- Tenía un contrato altísimo en la fiscalía, de 40 mil
pesos por mes. Los fiscales consultados por este diario se sorprendieron con
semejante cifra: “Por esa plata, ese contrato no es lo que parece ser”,
afirmaron.
- Iba pocas veces a la fiscalía.
- En la mayor parte de las ocasiones, se veía con el
fiscal en su vivienda, últimamente en el edificio Le Parc.
La versión de Lagomarsino, según lo manifestó la jueza
que habló con este periodista, es que en la Unidad Especial AMIA había otros
contratos altos, del mismo valor. Lagomarsino asegura que se dedicaba a copiar
y desbloquear archivos y que realizaba backups de archivos que le pedía Nisman.
–¿No es una cifra desmesurada para ese trabajo?
–Diego dice que a veces el fiscal lo citaba a la una de
la mañana de un sábado. Que debía estar listo todo el tiempo. Es cierto que iba
poco a la fiscalía. El afirma que la mayor parte del trabajo lo hacía de forma
remota: le mandaban los archivos y él los desbloqueaba o copiaba o hacía los
backups. Diego dice que nunca conoció el contenido de esos archivos.
–¿Y cómo consiguió ese trabajo tan bien remunerado?
–Un juez de San Isidro tenía problemas en la computadora
de su casa y recurrió a Diego. Como siempre suele suceder, Diego arregló los
problemas. Le aseguro que es un tipo genial. Nisman también tuvo problemas en
la computadora y este juez se lo recomendó. Así empezó la relación. Después Nisman
le preguntó si no quería un contrato en la fiscalía. El no era monotributista
sino responsable inscripto. Diego dice que en la Unidad AMIA había otros
contratos de ese nivel.
Consultados por Página/12, en la procuración insisten con
que semejante contrato es de lejos el más alto en la Unidad AMIA, que manejaba
el fiscal Nisman, y en todas las fiscalías en general. Destacan que, en el
momento de su inicio, Lagomarsino sólo tenía el secundario completo.
–¿Cómo fué que le prestó el arma?
–Diego cuenta que Nisman lo llamó por teléfono y, como
declaró ante la fiscal, le pidió prestada el arma. Le dijo en esa conversación
que Stiuso lo había llamado el viernes y le había dicho que debía tener
cuidado. Que desconfiara de su custodia y que les pusiera seguridad a sus
hijas. Eso es lo que le contó Nisman a Diego para justificar que le pedía el
arma. Hoy en día, Diego llora todo el día. Está destruido y se siente culpable.
–¿Por qué?
–Básicamente porque no pensó en ese momento. Se pregunta
cómo no se dio cuenta de que Nisman debía tener facilidad para conseguir un
arma y no evaluó por qué se la pedía a él. También piensa ahora que era raro
que le pidiera algo por seguridad cuando tenía semejante custodia. Pero, claro,
Stiuso supuestamente le había recomendado que desconfiara de los custodios. Aun
así, se pasa el día llorando. Hoy en día, cree que Nisman tenía tomada la
decisión (de suicidarse) el sábado a la noche cuando Diego le llevó la pistola.
–¿Tiene miedo?
–Diría, más que todo, angustia. Se pasa el día llorando.
Cuando se enteró a la mañana temprano del lunes, pidió consejo a otro juez,
porque no me encontró a mí. Ese juez le aconsejó presentarse de inmediato. Fue
solo a declarar el lunes a las 9 de la mañana. Estaban la fiscal Fein y el juez
Manuel de Campos. Diego lloró durante toda la declaración.
–¿Usted sabe cuál era la relación de Lagomarsino con el
fiscal?
–No en detalle. Diego siempre dijo que tenía una relación
de confianza, pero que siempre el fiscal le hacía sentir que él era el jefe.
Quizás dé una pauta que, en los últimos meses, Nisman contó que había dejado
terapia y que había optado por respaldarse en El Arte de Vivir (nombre del
grupo de autoconocimiento, yoga y meditación fundado por el gurú Sri Sri Ravi
Shankar, nacido en India).
–¿Cómo fue el último encuentro, cuando le entregó el
arma?
–Diego contó que no fue muy largo. Como era habitual, lo
hizo entrar por la puerta de servicio. Nisman estaba solo en el departamento y
lo invitó a tomar un café. Le llamó la atención que se lo tuvo que preparar él
mismo. Estuvieron sentados en la mesa y Diego dice que lo vio tranquilo. Al
ratito se fue, pero esta vez por la puerta principal, algo que no era usual.
También recuerda que la despedida fue sin darse la mano porque justo se abrió
el ascensor, donde había unas mujeres, y no le dio tiempo.
–¿Relató
algún encuentro anterior?
–Creo que dijo que el anterior fue justo el día en que el
fiscal iba a hacer la denuncia, el 13. Y ese día le llamó la atención una frase
de Nisman: “Yo esto lo tengo que hacer, no tengo alternativa”.
Los investigadores consideran que Lagomarsino no tuvo
relación directa con la muerte de Nisman en el sentido de que no estaba en el
edificio cuando la autopsia fija el horario de la muerte, entre las 14 y las 15
del domingo. El técnico informático fue a entregarle el arma a las 20 del
sábado y se retiró del edificio un rato más tarde. Su ingreso y egreso quedaron
registrados en la guardia. Su participación, por lo menos en lo que hasta ahora
hay en la causa, consistió en prestarle la pistola. Esa es la razón por la que
la fiscal Fein no lo acusa de ningún delito.
Tras su declaración del lunes, Lagomarsino le prometió a
la fiscal que no hablaría con los medios, razón por la cual no fue posible
dialogar con él en forma directa. Sin embargo, recurrió a una magistrada
conocida de su familia, para salir al cruce de la versión del martes que le
adjudicaba un posible vínculo con algún servicio de inteligencia. En la procuración
ayer le entregaron a la fiscal los detalles de los contratos sucesivos que
firmó, pero más allá de eso, no tienen datos, porque Lagomarsino dependía
directamente de Nisman.
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