Contando idade na casa dos 40 anos, Alexis Tsipras,
com o triunfo eleitoral que surpreendeu a Europa, tornou-se o mais jovem
primeiro-ministro em cerca de um século e meio da história da Grécia. Por sua militância
no movimento estudantil e na juventude comunista, ficou conhecido como “o
bolchevique grego”. O seu partido (Syriza), diferente do que, majoritariamente,
tem sido realçado no Brasil (até mesmo em determinadas abordagens de esquerda),
numa evidente demonstração de desinformação da história política do século XX,
não é uma organização resultante tão somente da frustração decorrente do ‘rigor
fiscal’ imposto pela União Europeia e que levou a Grécia à bancarrota. Syriza,
uma coalizão de extrema esquerda, aglutina, por exemplo, os comunistas gregos
que romperam com a orientação da então União Soviética, buscando caminhos
alternativos. Das qualidades a destacar no agora jovem primeiro-ministro grego,
é de se assinalar a sua capacidade de intervenção política combinada com o
gosto pelo estudo, pelo conhecimento, de modo a dotar-se de competência técnica
para enfrentar as condições/situações que tem diante de si. Um exemplo disso,
como bem registrou o jornal argentino Página
12, foi o seu esforço nos últimos tempos para aprender inglês/adquirir
fluência, dispensando assim tradutores, ‘para dizer com a sua própria voz aos
senhores da Europa, na língua que eles entendem, que o povo grego tem dignidade
e é dono do seu destino’. Alexis Tsipras terá, a partir de agora, um árduo
trabalho. Um encontro como a ‘realidade como ela é’. De qualquer forma, num
mundo em que a ideia de esquerda oscila entre a mera retórica e o acantonamento
a um imaginário constituído por “entes” que atingiram os seus limites (caso de
Cuba), a ascensão de Alexis Tsipras, como também fez notar o jornal Página 12, é uma promessa para esquerda,
e não só para a esquerda europeia. Promessa e esperança. Aí abaixo, três textos
da cobertura feita pelo Página 12 (a
melhor cobertura entre os principais jornais da América Latina, a meu ver) das
eleições gregas.
Alexis Tsipras comemora a vitória junto com a população |
Un eurocomunista extemporáneo
Por Gabriel Puricelli *
El resultado de
las elecciones griegas encierra varias historias, además de la anunciada
reacción ciudadana al austericidio dictado desde Berlín por Angela Merkel. Es
la historia del suicidio del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok), el
partido cuya adoración del líder y fundador Andreas Papandreu lo asemejara más
que ninguno en la posguerra a los movimientos nacionalpopulares
latinoamericanos. El Pasok pagó en votos contantes el giro político de 180
grados que puso en práctica (con el decisivo empujón de la Comisión Europea) el
hijo de Andreas, Yorgos. El ajustazo que llevó a la recesión durante su
gobierno se profundizó con el gobierno de “gran coalición” actual en el que el
Pasok se transformó en el chico de los mandados de su archienemigo histórico,
Nueva Democracia, el partido del primer ministro saliente, Antonis Samaras. El
celo fiscal con el que el actual viceprimer ministro Evangelos Venizelos se
identificó hizo del Pasok un partido en el que ni Yorgos Papandreu quiso seguir
estando: el ex primer ministro se presentó a elecciones con lista propia y,
claro, no alcanzó el 3 por ciento de los votos necesario para acceder a bancas
parlamentarias.
El voto griego
también contiene la historia de la testarudez cuasi religiosa de la troika
conformada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo
Monetario Internacional, que convocó a los griegos a una travesía del desierto
sin premio para ellos. Una política de salvataje in extremis del euro por la
que se sometió a una sobredosis de recortes a las vulnerables mayorías griegas,
para que las mayorías alemanas no tuvieran que enterarse de que el sueño
hegemónico puede tener costos para la vida. Es la historia de una Europa donde
no se puede decir en público que todos los ciudadanos de los países de la Zona
Euro tienen que contribuir con su libra de carne para que Alemania pueda seguir
siendo una potencia exportadora principalísima.
Las preferencias
de los griegos encapsulan la historia de la larga marcha de los eurocomunistas griegos
desde la disidencia dentro del Partido Comunista hasta la llegada al gobierno.
Grecia no eligió una expresión política surgida de la nada para expresar su
frustración ante la crisis desatada por años de abuso patrimonialista del
Estado por las élites que lo dominaron desde el fin de la dictadura de los
coroneles y por el remedio atroz suministrado por la troika. Eligió a Syriza,
la Coalición de la Izquierda Radical, la confluencia que impulsaron los viejos
cuadros del “Partido Comunista del Interior”, después de romper con los
estalinistas del “Partido Comunista del Exterior” y abrirse a los movimientos
sociales de los ’80 y a la naciente ecología política. Los comunistas que
combatieron la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial evolucionaron en direcciones
divergentes ante el intervencionismo soviético en Europa. Muchos de ellos,
forzados por la dictadura de los coroneles al exilio en Italia, abrazaron el
modo de oponerse a Moscú y de concebir las alianzas políticas de sus
correligionarios italianos y promovieron una visión comunista desde el interior
de Grecia, distinta de la impuesta desde el exterior por los mandamases de la
URSS.
Un jovencísimo
Alexis Tsipras fue jefe de la Juventud Comunista representando a esos adultos
del partido inspirados por el eurocomunismo de Enrico Berlinguer y los acompañó
en la salida del partido (la sigla histórica, KKE, quedó en manos de los
ortodoxos) y en la búsqueda de alianzas que su viejo partido no hubiera
aceptado jamás.
Syriza, la forma
que hace tiempo adoptó esa política de alianzas, es entonces un sujeto político
con una larga historia y hondas raíces en la cultura política griega. Llega al
gobierno con el desafío de encontrar aliados nuevos para alcanzar la mayoría en
el Parlamento que se le escapó por milésimas. Llega rodeada de unas
expectativas a las que Tsipras trató de darle un marco realista en la campaña.
Y llega en un tiempo en que los pesimistas creían que era el de optar entre la
resignación de las grandes coaliciones o la bestia negra de la ultraderecha. Un
eurocomunista extemporáneo tiene delante de sí la oportunidad de demostrar que
no es así.
* Coordinador del
Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas.
La
promesa de la izquierda
Alexis Tsipras durante a campanha |
Alexis Tsipras
ha recorrido un largo camino desde sus inicios como joven activista comunista
hasta su victoria de ayer en las elecciones legislativas griegas. A sus 40
años, se convertirá en el primer ministro griego más joven en siglo y medio y
en la esperanza de una izquierda europea antiliberal.
Aunque no
pertenece a una dinastía política –algo usual en Grecia–, el líder de Syriza
fue un prematuro militante. El país lo descubrió como representante de un
movimiento estudiantil en un estudio de televisión, en 1990, cuando, aún
adolescente, señaló con la misma seguridad con la que se mostró ayer: “Queremos
tener el derecho a decidir cuándo vamos a clase”.
Desde entonces, el
“bolchevique griego”, como se lo conoce en la arena política, ha conservado un
rostro juvenil, su admiración por el Che Guevara –a uno de sus hijos lo llamó
Orfeo Ernesto–, y culminó sus estudios en la Escuela Politécnica de Atenas,
donde obtuvo un diploma de ingeniero civil.
Nacido apenas unos
días después de la caída de la dictadura, Tsipras debutó en política en el seno
de las Juventudes Comunistas Griegas (KKE), a fines de los años ’80. Una década
más tarde, ganó los primeros galones en la rebelión de los liceos, cuando se
enfrentó a una reforma de liberalización del sistema educativo, que tuvo lugar
a principios de los ’90. Tras abandonar la juventud comunista, Tsipras se
afilió a Synaspismos, un pequeño partido eurocomunista y altermundialista. A
los 33 años fue elegido presidente de ese partido, fuerza que en 2008 se
transformó en una coalición de varias organizaciones bajo el nombre de Syriza,
que se distingue de los comunistas por su posición favorable a Europa.
En las elecciones
de 2009, Syriza obtuvo el 4,6 por ciento de los votos, muy por debajo de lo
esperado, debido, según los analistas, al apoyo que aportó a los disturbios
urbanos que sacudieron Grecia tras la muerte de un joven baleado por la
policía. No obstante, Tsipras se alzó con un escaño en el Parlamento. Con un
16,78 por ciento de los sufragios, la formación de izquierda multiplicó por
cuatro su votación en las elecciones de 2009 e hizo volar en pedazos el
bipartidismo que dominaba el país desde la caída del régimen de los coroneles,
en julio de 1974.
Fue la eclosión de
la crisis de la deuda en 2010 y los años de cataclismo económico que siguieron
los que dieron una creciente audiencia a la formación de izquierda y a su
líder, que denunciaron la crisis que atravesaba el pueblo heleno, causada por
las medidas de austeridad impuestas por la troika formada por el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea.
En los comicios
legislativos de 2012, Syriza fue impulsada como segunda fuerza del país y
principal partido de la oposición. Es que Tsipras construyó el éxito de su
partido en base al rechazo a las medidas bárbaras del memorándum de acuerdo
entre Atenas y sus interlocutores internacionales, que condiciona la concesión
de préstamos de ayuda al país a la implementación de un drástico programa de
ajuste y reformas estructurales, lineamientos impuestos por la troika.
Ahora, a las
puertas del poder, Tsipras cuida su imagen internacional. Gracias a sus
notables progresos en inglés, multiplicó los viajes al extranjero, entre ellos
le hizo una visita al presidente del BCE, Mario Draghi, al ministro alemán de
Finanzas, Wolfgang Schäuble –defensor a ultranza de la disciplina
presupuestaria–, y al papa Francisco.
Los desafíos de una
victoria
Por Mercedes López San Miguel
El fin del ajuste, la gran promesa de Alexis
Tsipras, provoca esperanza entre los griegos desocupados –un 25 por ciento de
la población, un 50 por ciento entre los jóvenes– y en las personas sin hogar
que organizan visitas guiadas a los barrios donde viven en refugios de
emergencia, edificios abandonados o en la calle. En Atenas, varias decenas de
miles de personas no tienen vivienda tras seis años de crisis profunda. Con
ellos se comprometió Syriza, partido de izquierda que tomó bríos en 2012 y que
tendrá el gran desafío de consolidarse como gobierno, pero al mismo tiempo
lidiar con la deuda y no ceder ante las fuertes presiones de los prestamistas
de la Comisión Europea, el FMI, el Banco Central Europeo y el mundo de los
buitres.
Días atrás, Tsipras, líder de Syriza, señaló al
Financial Times que la austeridad había fracasado. “Tenemos que terminar con el
ajuste antes de que el miedo mate a la democracia griega. A menos que las
fuerzas progresistas y la democracia cambien a Europa, será Marine Le Pen y sus
aliados de la ultraderecha los que lo hagan.” Suena absurdo que la presidenta
del Frente Nacional y presidenciable francesa haya brindado su apoyo al partido
de izquierda griego. Le Pen dijo al diario Le Monde que esperaba el triunfo de
Syriza. “Hay una fractura en Europa que pasa por que el pueblo recupere su
fuerza frente al totalitarismo de la Unión Europea y de sus cómplices, los
mercados.” Enseguida reaccionó con disgusto George Katrugalos,
europarlamentario de Syriza. “Nuestras propuestas son totalmente opuestas.
Militamos por una Europa social, de las libertades y de los derechos sociales
garantizados, cuando la visión del Frente Nacional es xenófoba y reaccionaria.”
El programa de su partido para levantar a Grecia
plantea medidas anticíclicas, gastos sociales y en obras públicas y, por sobre
todo, reestructuración de la deuda pública (que es 177 por ciento del PIB) y
alivio de la carga tributaria de la clase media. A diferencia de 2012, Tsipras
entiende que la única vía es hacerlo dentro de la Unión Europea y la Eurozona,
lo que pondrá en tensión sus aspiraciones de comandar un gobierno
posneoliberal. Merkel, Lagarde y otras voces amedrentadoras hicieron su trabajo
en los últimos meses.
Para Dimitris Pantoulas, analista político
griego con estudios en la Universidad de Bath (Inglaterra), Syriza es la única
opción que tiene Grecia para salir de la crisis, pero cree que le espera una
corta luna de miel. “Mucha gente que votó por Syriza no es progresista de
izquierda; lo hizo porque es el partido que se opuso desde el comienzo a las
medidas de austeridad y porque tiene un perfil menos radical que el Partido
Comunista. Si a esto le agregamos que una gran parte de la elite y la burguesía
nacional e internacional le harán la guerra al primer gobierno de izquierda en
el país después de la guerra civil (1945), se entiende que Syriza va a tener un
trabajo difícil en los próximos meses.” Según el experto consultado por
Página/12, el panorama puede mejorar si en los primeros cien días la dirigencia
de Syriza obtiene respaldos clave, como el de los comunistas, que en Grecia
siguen una línea dura y defienden a rajatabla la salida de la Unión Europea y
de la OTAN.
Tsipras ha demostrado gran habilidad política,
pero si no resuelve la tensión entre las demandas de una sociedad desesperada y
unos prestamistas que agitan todos los fantasmas posibles, la experiencia
griega podría naufragar pronto. Si logra doblegar esos fantasmas, la esperanza
se esparcirá por Europa.
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