Perante os tempos atuais. Uma perspectiva a partir de Walter Benjamin.
Por Miguel Ángel Adame Cerón
Sólo los seres humanos pueden contar su historia: “era
una vez […], es una vez […], será una vez…”. La premisa para fundar la
historicidad es el tiempo en el espacio o la diacronicidad en la sincronicidad
(y al revés) de los seres humanos: el tiempo-espacio humano. Somos
espacio-tiempo y producimos espacio-tiempo, creamos nuestro propio
espacio-tiempo humano; con estas categorías construimos los cimientos de
nuestra conciencia. Sólo los seres humanos podemos ubicar (nos) y localizar
(nos), porque producimos y conocemos la existencia y nuestra existencia; la
existencia como discurrir, como ser en sí y para sí en el devenir, la
existencia de un aquí, de un allí y un allá en el espacio y tiempo en
movimiento: la historicidad producida es la existencia del discurrir-devenir
con conciencia histórica. La historicidad somos nosotros, encarnamos y hacemos
la historicidad día a día, desde el alba de la humanidad en el proceso de
hominización hasta el fin de los tiempos. Desde nuestra historicidad humana
hacemos y construimos la historicidad de la naturaleza y el universo.
La filósofa e historiadora
húngara, discípula del crítico marxista Georgy Lúkacs, Agnes Heller en su libro
sobre La Teoría de la Historia comienza su texto señalando
algunas de estas reflexiones fundamentales para entender nuestro ser histórico
y nuestra conciencia histórica como historicidad histórica humana, como
realidades con estas dimensiones elementales: producción-espacio-tiempo-conciencia
del ser histórico. Toda ser/conciencia histórica humana se interroga su
discurrir-devenir, su historicidad existencial: ¿de dónde venimos y desde
cuándo? (orígenes, nacimiento), ¿qué hacemos, qué somos? (actualidad,
contemporaneidad), ¿a dónde y hacia dónde vamos? (futuridad, prospección).
Las respuestas conceptuales y
prácticas a estas interrogantes de la existencialidad histórica o de la
historicidad existencial es diferente y diferenciada en y desde los diferentes
momentos, estadios y condiciones históricas de diacronicidad y sincronicidad
que los seres humanos asociados hemos construido a lo largo de la historicidad
desde la génesis hasta la actualidad, o sea desde los albores de nuestro
nacimiento hasta nuestro presente. A dichas respuestas históricas diferenciadas
dadas y construidas desde las diversas sociedades y épocas, Agnes Heller las
conceptualiza en términos de grandes segmentos espacio-temporales acaecidos-
como estadios de la conciencia histórica; enfatizando que la conciencia
histórica cotidiana (o formada día a día) es fundamento de su despliegue;
dichos estadios contienen sus específicos niveles de logros, retrocesos y
autocontradicciones, o –como ella dice – de modos de auto-comprensión y de
auto-confusión.
No vamos aquí a exponer los seis
estadios y sus respectivas sociedades modélicas en que periodifica la
conciencia histórica desde las edades primigenias hasta principios de los 80
del siglo XX; pero sabemos que la metodología histórica de la periodificación
ha sido recurrente entre filósofos sociales, cientistas sociales e
historiadores para ensayar maneras de comprensión de los sentidos de la
historicidad. Augusto Comte con la Ley de los tres Estados, Nicolás de
Condorcet con los 10 fases de evolución, Lewis H. Morgan con sus tres estadios
y sus 9 subestadios del progreso histórico, Karl Marx con su propuesta de los
modos de producción sucesivos, coexistentes y combinados, Gordon Childe con sus
revoluciones tecnológicas marcadoras de grandes épocas históricas, entre otras;
que cabría aclararlo no todas han sido evolucionistas, historicistas o
linealistas; aquí cabe recordar las concepciones de Jean Baptista Vico en
su Ciencia Nueva, de la historia en espirales crecientes con
avances, estancamientos y retrocesos, la del mismo Marx de la dialéctica de los
modos de producción que se disuelven, se confrontan se interpenetran y/o se
hegemonizan bajo dominancias y subsunciones, las multilineales y bifurcadas del
neoevolucionismo antropológico del siglo XX (por ejemplo el de Julian Steward o
en Latinoamérica el de Darcy Ribeiro).
Sin embargo, éstas propuestas de
comprensión de los nexos causales en la sucesión dividida de las épocas y
estadios de la historicidad sólo pueden hacerse a posteriori,
después o póstumamente, o sea tras los hechos y procesos sucedidos. De tal
manera que (cito entonces a Walter Benjamin): “El historiador que parte de esta
comprobación no permite ya que la sucesión de los hechos le corra entre los
dedos como un rosario. Toma la constelación en la que ha entrado su propia
época con una época anterior perfectamente determinada y funda así un concepto
del presente como tiempo actual [...]” (véase Tesis XVIII A); es decir, como
tiempo colmado, rico en diversidad de momentos, acontecimientos y épocas
anteriores ya delimitadas, se trata de lo Benjamin va a llamar el tiempo-ahora,
en alemán: jetztzeit.
Nuestro presente o actualidad ha
sido siempre, sigue siendo y seguirá siendo –mientras la humanidad exista–
el punto de anclaje dialéctico, es decir de movimiento
intervinculado y contradictorio de la historicidad humana con lo que fue y con
lo que será, porque en el presente el ser siempre está siendo o como diría Jean
Paul Sartre (quien recupera el dasein de Martin Heidegger)
siempre está existiendo en el aquí y ahora y por tanto siempre está eyectando
hacia atrás (retroacción) pero sobre todo hacia adelante (proyección). Y decir
esto no es afirmar que existe un atrás y un adelante en una sola línea o
vertiente, sino que existen en múltiples cursos o rutas históricas, además de la
importancia de las escalas y los ritmos de la historia.
El tiempo actual es el tiempo que
nuestra propia existencia/vivencia generacional o contextual nos ha delimitado,
y es desde allí donde se construyen y tiñen nuestras memorias, nuestras
recordaciones y nuestros sueños de felicidad (como dijo Benjamim en su Tesis
II). Pero hay algo más: el tiempo actual “resume en una grandiosa abreviación
la historia entera de la humanidad (pues) coincide exactamente con la parte que
la historia de la humanidad ocupa en el universo” (Tesis XVIII, véanse las
Conclusiones de nuestro escrito).
Así la triple «P» del Presente-Pasado-Porvenir es
el código-flujo concatenado de la historicidad dialéctica y de
su conciencia crítica a partir del fluir de la existencia que precede a toda
esencia y que rompe toda concepción de una esencia o historia humana
predestinada, anquilosada, homogénea o vacía.
Agnes Heller en su obra citada
descodifica dicho código-flujo P-P-P señalando cómo su triplicidad se despliega
triplicadamente para formar nueve dimensiones:
1. El Presente es centro del
código flujo (pues todo está en el presente, en la existencia, la vivencia y la
conciencia del presente, por eso somos «presencia») pues el presente no sólo es
el instante o lo inmediato en que estamos siendo, sino que se abre y se expande
hacia el pasado inmediato y el porvenir inmediato; así para Heller se abren las
3 dimensiones siguientes: Historia Presente, presente
histórico y Época presente presente o doblemente
presente.
2. Desde ese Presente y sus tres
presentes se puede conectar y se conecta con el Pasado que también tendría 3
dimensiones, según la propuesta de Heller: Historia pasada, pasado
histórico y época presente pasada.
3. Desde el Presente y sus tres
dimensiones se puede y se conecta con el Porvenir que a su vez cuenta con sus
tres dimensiones: Historia porvenir, porvenir histórico y época
presente porvenir.
4. También se pueden y se hacen
conexiones entre pasado (pasados) y porvenir (porvenires) o entre porvenir
(porvenires) y pasado (pasados); pero para llevarse a cabo dichos vínculos
obligadamente se tiene que pasar o tocar (aunque puede ser diluyendo en mayor o
menor medida su protagonismo) por el presente (y sus presentes), pues el
presente que está sucediendo es nuestro anclaje y horizonte, es el centro o
corazón de la vida que palpita en actos, acciones y acontecimientos vivos, es
la vida real sensible y su mantenimiento, su pervivencia.
5. También se puede hacer
interconexiones cruzadas y múltiples entre las 9 dimensiones para desarrollar
matrices complejas de eyecciones materiales, abstractas e imaginativas
espacio-temporales, es decir históricas, de la historicidad humana y sus
expansiones, ampliaciones e integraciones. Éstas llegan a abarcar la naturaleza
y el universo (génesis, desarrollos y superaciones), o sea historia del
universo, historia del tiempo, historia de la tierra, historia de la vida y de
los seres vivos: bacterias, dinosaurios, reptiles, mamíferos, simios, etcétera.
Así tenemos como resultados existenciales-históricos de las realizaciones de
dichas interconexiones: rescates, recuerdos, recomposiciones, memorias,
desplazamientos, viajes, vivencias, experiencias, deja-vús, sueños,
expectativas, hipótesis, tendencias, esperanzas, utopías. Estos productos se
pueden historiar, narrar, investigar, rastrear, testimoniar, documentar, etc.,
es decir, historiografiar siguiendo huellas, indicios, corazonadas y fuentes
documentales múltiples. No obstante –como vamos a ilustrar posteriormente–
Walter Benjamin señala que dicho historiografiar o historiar no se puede hacer
a la manera historicista de “conocer las cosas tal y como fueron o sucedieron”,
sino develarlas y reconstruirlas significativamente para apropiarse de ellas,
para reafirmar sus verdades emancipadoras humanas que en el aquí y en el ahora
nos iluminan como relámpagos en los momentos y coyunturas de peligro y
emergencia.
Agnes Heller no ensaya o
ejemplifica todo esto, sólo da ciertas pistas y hace sugerencias que nosotros
hemos retomado para contextuar lo que sigue. Así pues, por ahora no voy a
profundizar más en estos interesantes planteos de esta autora, pues sólo me han
servido hasta aquí para, por un lado, presentarles concepciones nodales de la
historicidad humana y algunos de sus elementos más importantes y centrales, y,
por otro, para hacer el enlace en mucho coincidente con la historicidad crítica
del pensamiento histórico del filósofo y crítico judío-alemán convertido al
marxismo Walter Benjamin, en el que me voy a explayar un poco más en lo que
sigue a continuación; lo dicho hasta aquí me va a servir para entrar con un
poco más profundidad al debate de la historicidad crítica, del materialismo
histórico, del progreso, de los procesos actuales de la modernidad capitalista,
de la situación del porvenir apocalíptico capitalista y humano-planetario y
también de la posibilidad de la emancipación socialista superando el
capitalismo antihumano y anti-ecológico.
II
El texto más conocido y
ampliamente comentado por intelectuales e historiadores de izquierda en los
años recientes y en el que Benjamin reflexiona explícitamente de manera crítica
sobre la historicidad y sobre su historia presente, su presente histórico y su
época presente presente, digamos la primera mitad del siglo XX y especialmente
sobre las situaciones históricas, políticas y culturales del capitalismo de los
países europeos y el altamente peligroso y catastrófico advenimiento inminente
del fascismo que lo persiguió hasta su autodecidida muerte y sobre el
vergonzante rol claudicante del estalinismo y la socialdemocracia; fue el que
el mismo denominó Tesis sobre el concepto de historia (del
cual ya hemos citado algunos pasajes). Conformado por cerca de una veintena de
Tesis un tanto cuanto encriptadas, un tanto cuanto metafóricas y también
explícitamente contundentes sobre el fluir dialéctico de la historicidad humana
y el posicionamiento que debe tener un materialismo histórico profundo,
revolucionario, crítico y comprometido con la lucha de largo aliento de las
clases explotadas y oprimidas y con sus legados y aspiraciones de emancipación.
En dichas Tesis encontramos, como otros comentaristas lo han dejado claro,
ideas, sugerencias y demostraciones de la importancia vital y existencial que
tiene el posicionarse y asumir crítica y reflexivamente la historicidad, la
historia y el historiar en la dialéctica del Presente-Pasado-Porvenir (las
tres Pes o el código flujo del devenir) y sus desdoblamientos. En
este condesado texto –que Walter Benjamin escribió justo antes de suicidarse
para no caer en manos de los nazis en 1940–, sintetiza y redondea las
ideas-acción que había venido trabajando acerca del desarrollo de los
acontecimientos históricos y socioculturales de sus tiempos y que había hecho
públicos en otros escritos, particularmente quiero vincularlas con su
ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
Comentaré y reflexionaré por cuenta propia algunos de las ideas-fuerza
expresadas en estos dos ensayos.
En todos los seres humanos hay
una capacidad política que deriva de la capacidad propiamente humana –que
siguiendo a Marx y Bolívar Echeverría– podemos llamar transformadora-creativa o
más sintéticamente la praxis y que deriva del proceso de
trabajo y de toda obra creadora: ya W. Benjamin la había explorado a propósito
de la creación de la obra de arte original como capacidad creadora
aurático-estética. Se trata, por tanto de una capacidad transhistórica y de
historicidad que está en todos los seres humanos, en todos los actos humanos y
por ende en todas las agrupaciones humanas. Es de historicidad porque se
manifiesta históricamente de manera concreta y específica, consiste en su
esencia y en su existencia en hacer historia, en producirla y por tanto en
cambiarla y transformarla conforme propósitos o telos proyectados
y ejecutados bajo ciertas condiciones de posibilidad y tendencialidad; la
historicidad humana no está predeterminada ni obedece a designios
prestablecidos de antemano, no existe la fatalidad de los acontecimientos
humanos, la historia es y está abierta aunque sí existen condicionantes y
determinantes materiales y culturales que imbricados bajo el peso de la
relaciones económico-ecológico-sociales del sostenimiento de la vida y su
reproducción, son decisivos para encarrilar determinadas formas y vías
históricas: la libertad histórica obedece a esos condicionamientos (producto de
dichas relaciones donde intervienen las praxis) y que pueden ser transformados
por las capacidades creativas-práxicas.
En cada acto histórico
individual-social entrelazado dialéctica, compleja y contradictoriamente (sobre
todo en las sociedades divididas y más en la antagónicas) con los actos
históricos colectivos y hasta masivos de la cotidianidad de los presentes, se
juega y se va perfilando el rumbo histórico en el flujo de la
espacialidad-temporalidad, es decir, en la sincronicidad-diacronicidad. Así,
los acontecimientos constituyen las espacialidades-temporalidades históricas,
las impregnan y las integran como dimensiones de los acontecimientos, como dijo
el filósofo y sociólogo marxista francés Henri Lefebvre: producimos
espacio-tiempo con contenidos y formas históricas a través de la constitución
de los actos y acontecimientos: somos responsables de ellos y tenemos que tomar
conciencia de sus significados, causas y efectos. Pero no sólo en la dimensión
del presente y la cotidianidad sino en el conjunto de las dimensiones, esto es,
también en las del pasado y del porvenir.
Walter Bejamin, como todos sus
comentaristas han destacado, crea la metáfora del “ángel de la historia” que
está asentado en los presentes y que como “ángel” de la historicidad humana (es
decir como humanidad o ser sabio, memorioso y lleno de sensibilidad humanista)
antes de mirar, explorar y proyectar hacia los porvenires tiene que
retrotraerse históricamente a los pasados; situado en la capacidad de
comprender críticamente la historia y posicionado desde el materialismo
histórico profundo y revolucionario conoce que el flujo de la historicidad está
hecho de generaciones de seres humanos que se han sucedido y que han construido
sedimentos y fuerzas materiales y espirituales y que así seguirá siendo en los
porvenires mientras existan seres humanos como tales; sin embargo, el pasado
visto como generalidad aparece lleno de alternativas, opciones y posibilidades
valiosas y/o pro-liberadoras que no llegaron a realizarse, porque fueron
ahogadas, reprimidas pero no canceladas por siempre.
Éstas vertientes escondidas de la
historia pasada refulgen como relámpagos en los momentos claves del presente
histórico y definen por sus efectos y consecuencias el porvenir, es decir en
los momentos definitorios y más llenos de peligros y acechanzas destructivas,
se nos vuelven a presentar pero no sólo como hazañas cosificadas, como meros
datos acumulados, como monumentos y documentos muertos, o como fechas e
imágenes secas, sino que de allí, de la memoria y de los recuerdos
transmitidos, mantenidos y recuperados, brotan en toda su vivacidad
acontecimientos, seres humanos, clases y pueblos que vieron truncados sus
aspiraciones, sus sueños y que por tanto fueron vencidos y derrotados
temporalmente en los pasados.
Walter Benjamin considera ese
conjunto pasado de situaciones, acontecimientos y procesos truncados
severamente por las tendencias y fuerzas vencedoras de los grupos y clases
poderosos, como derrotas y tragedias dolorosas que el “ángel de la historia”
reconoce en su conjunto como un desastre que junto con el desastre de los
peligrosos tiempos actuales plagado de acechanzas y preludios de tragedias
mayores (para Benjamin la llegada del nazismo-fascismo-franquismo y de la
segunda guerra mundial), conforman un ser y un deber ser para los seres de la
contemporaneidad presente (incluidos los historiadores) identificados y
pertenecientes (o como él dice compenetrados) a esas grupos y clases, una
necesidad ético-política de rescatar, recuperar y hasta vengar integralmente
(incluidos, por supuesto sus proyectos, expectativas y utopías que fueron y son
vertientes, cursos y potencialidades históricas valiosas) esos seres, clases y
pueblos humillados, excluidos y vencidos del pasado general. Por eso dice
Benjamin que ese “ángel” de la historia estando en la premisa del aquí y ahora,
en la cotidianidad y en la contemporaneidad del presente mira –primero– hacia
atrás; pero no se trata de una mirada meramente contemplativa, sino crítica,
reflexiva e inteligente que no por eso deja de ser emotiva y pasional, pues a
la historicidad hay que abordarla, hay que sopesarla y hay que incidirla con
esos elementos. Walter Benjamin habla explícitamente en su Tesis IV que el
historiador marxista reconoce que en la historia de la lucha de clases existen
y se ponen en juego las cosas burdas y materiales pero también las más finas y
espirituales y éstas como la “confianza”, la “valentía”, el “amor” y la
“astucia” se manifiestan y “actúan retroactivamente en la lejanía de los
tiempos”.
El «primer curso de táctica» es
del presente →al pasado para actuar y crear acontecimientos ampliando un
presente de resistencia, lucha y de conciencia histórica del pasado, es decir
de las acciones y acontecimientos de los pasados vistos y justiapreciados como
confrontaciones entre dominadores y dominados que dejan lecciones y que desde
la necesidad de hacer balances y sopesamientos sirven para actuar en el
presente y dar perspectiva histórico crítica en el porvenir; la mirada del
“ángel”, como sujeto material-espiritual sensible tiene que voltearla y otear
el horizonte que le espera para hacer caminos nuevos pero no hueros de
historia, sino henchidos de historia pasada-presente.
Y este es justamente el «segundo
curso de la táctica» (conectar pasado y→ presente) para construir estrategia
integral acorde al flujo polidimensional de la historicidad compuesta de vías y
modos alternos, viables, potenciales y posibles; yendo de esta manera a
contrapelo de lo que dice que ha sido y debe ser el PPP de los vencedores y que
no han dejado, en ningún momento del curso histórico, de imponer por todos los
medios a su alcance, manipulando también las narrativas históricas, los
episodios históricos y fomentado el conformismo, la pasividad y la
aquiescencia. Hacer balance conectando dialécticamente desde la actualidad el
Pasado (los pasados) y el Porvenir (los porvenires).
El «tercer curso de la táctica»
para construir estrategia es a partir de estos dos cursos de táctica Presente→Pasado→Pasado→Presente,
proyectar→al Porvenir acciones históricamente críticas y visionarias para
emancipar →el futuro de las clases dominadas y por ello el de la humanidad
vista como históricamente necesitada de liberarse de sus cadenas, explotaciones
y opresiones; construir necesarios y posibles “jardines de delicias y de
felicidad” a partir del ajuste de cuentas con el pasado, con el presente y con
sus fuerzas y lógicas históricas, económico-sociales y políticas enajenadoras.
La potencias liberadoras (“mesiánicas” como él las bautiza) existen por más
débiles que de pronto aparezcan y se manifiesten, ellas están allí en la
creatividad cotidiana y están al acecho de la irrupción y la discontinuidad:
los momentos de peligro son propicios para despertar con más viveza y aún más
cuando las creatividades transformadoras se han ensayado y acumulado, producto
de herencias, patrimonios, legados, revividos, reactualizados, rememorizados
que se usan parar alimentar resistencias (re-existencias) e iniciativas de liberación
cotidiana y colectiva.
La estrategia de la historicidad
del materialismo histórico revolucionario tiene y está siempre en movimiento,
activa con los tres movimientos (que se convierten en nueve) que se despliegan
en los espacios-tiempos concretos del acaecer histórico. Para Walter Benjamin
ese es el desafío del materialismo histórico verdadero ante el enemigo
histórico de largo aliento que son los vencedores de hoy que son los mismos de
ayer, en el sentido de que son herederos de los vencedores del pasado vistos
como clases dominantes que han impuesto tragedia tras tragedia, muertos sobre
muertos, escombros tras escombros, catástrofes tras catástrofes; y con ello
también imponiendo sus versiones, sus ideologías, sus discursos y por supuesto
sus intereses históricos y, claro, truncando, distorsionando y apropiándose de
herencias, sueños y fuerzas construidas por los de abajo. Las narrativas del
“progreso” (concretamente del progreso incesante y sin fin), que Benjamin
desenmascara como “progresismos” o el “progreso por el progreso mismo” o el
“progreso a toda costa” son herramientas de los vencedores y en realidad
espejismos que desarman, apaciguan y generan conformismos en el pensamiento y
en las praxis de los vencidos para que estos sigan perdiendo y aceptando su
condición servil o sus vivencias acríticas y cómplices.
El ensayista judío alemán
marxista con esta crítica a los progresismos, por lo menos a tres: tanto el del
historicismo como al de la socialdemocracia y al del materialismo histórico
falso; está denunciando que ellos no captan las tácticas y la estrategia de la
historicidad crítica y que aceptan concepciones y haceres que se alinean con
procesos y cursos históricos deterministas, homogéneos, vacuos y/o espontáneos.
Es decir, ayunos de la praxis histórica o capacidad creativa-transformadora de
las personas, grupos y pueblos; aceptan la inevitabilidad del “progreso”, a
nombre, por ejemplo, del crecimiento de las fuerzas productivas tecnologicistas
o del triunfo irreversible del socialismo que tendría que llegar por progresos
indetenibles en la marcha del progresismo universal y sin fin (amen).
Así pues, lleva a cabo el
cuestionamiento al progresismo como un todo, esto es, como la historicidad y la
historia acrítica y sin sujetos transformadores, vista, vivida, concebida y
estudiada como acumulación tras acumulación de hechos, de mejoras, o de fuerzas
productivas tecnologizadas que no cesan y de las cuales no se analizan sus
contenidos cada vez más nocivos, que –como dice Benjamin en La obra de arte
en la época de la reproductibilidad técnica– en vez de servir al bienestar
de la vida y la sociedad, se usan para fines militares o destructivos. El
trabajo y la técnica en la sociedad capitalista –observa el crítico Benjamin en
su XIava Tesis– se han convertido en trabajista y en productivista
respectivamente (dos modalidades del progresismo), doblemente expoliadores
tanto de la naturaleza como de los trabajadores; y de lo que se trata es de que
el trabajo y la tecnología sirvan para despertar en la naturaleza “las
criaturas latentes que dormitan en su seno”, para hacer como decía Fourier,
“que la noche terrestre sea iluminada con cuatro lunas”.
Walter Benjamin pone también en
cuestión a las metodologías, a las historiografías y a los historiadores que se
basan en los postulados, porque le hacen el juego y se alinean a las clases
vencedoras y en la contemporaneidad a la clase capitalista (como representante
y heredera de aquellas) que promueve aceptación tras aceptación, conformismo
tras conformismo, enajenación tras enajenación. Es decir, continuismo sin
irrupciones, continuismo sin discontinuidad, continuismo sin historicidad
crítica, sin estrategia basada en los cursos tácticos de la triada y el
novenario del flujo codificado en las tres Pes: P-P-P; en fin, continuismo sin
sujetos revolucionarios y sin esperanzas-utopías y por ende sin revoluciones; o
como él dice metafóricamente sin saltos dialécticos. Dicho continuismo es
complicidad sin la recordación de nuestros antepasados y nuestros potenciales descendientes,
de sus exigencias, derechos, compromisos de renacer-revivir o de nacer para
vivir cumpliendo sueños emancipadores; desde luego también de exigencias,
derechos y compromisos con nuestros presentes que no quieren seguir viviendo en
la zozobra, en las calamidades y en los peligros permanentes, y que
posicionados en lavisión histórica del conjunto del “cielo” de la historicidad,
aspiran a seguir viviendo sin opresiones, discriminaciones y explotaciones bajo
el horizonte de sus proyectos de plenitud.
III
Si Walter Benjamin a finales de
los años 30 del siglo XX (en la medianoche de la historia como la
llama el historiador español Reyes Mate) frente al asedio tenebroso guerrerista
y de las bombas nucleares de Horishima y Nagasaki que se aproximaban, escribió
sus Tesis sobre el concepto de historia, bajo la consigna y la
constatación de que para las clases oprimidas y los sujetos excluidos siempre
se está y se vive en estados emergentes o de excepción y, además, con el
convencimiento de que una buena parte de la humanidad –sino es que toda– se
encontraba en una situación de grave peligro de aniquilación; ¿qué podemos
decir ahora que nos encontramos en la noche oscura de la historia, de la
importancia y vigencia de las ideas, críticas y reflexiones allí contenidas?
Creemos en estos nuestros tiempos
actuales dichos planteamientos benjaminianos se vuelven a reactualizar en grado
extremo por los exacerbamientos “progresistas” y “productivistas” existentes;
es decir, ahora la historia humana y planetaria se encuentra bajo una
emergencia global: bajo la amenaza del cambio climático, de la guerra nuclear terminal,
de las tecnologías micros y macros totalmente fuera de control humano, en fin,
bajo el pre-apocalipsis de la era trumpista. Sus ideas-fuerza indudablemente en
el tiempo-ahora nos permiten:
En primer lugar, tener conciencia
de la permanencia y agravamiento de los estados de emergencia, de que las
tempestades y huracanes de los progresismos desatados nos llevan a los abismos,
a las noches negras del fin de los tiempos.
En segundo lugar que, según
plantea en la tesis X, necesitamos tener una visión crítica y meditativa del
flujo de la historicidad de las tres Pes como condición sine quan
non para poder enfrentar/controlar dichas tempestades; con ello desde
el presente como tiempo-ahora de la conciencia (como equilibrio) recuperar la
memoria que está presente en el pasado, en el presente y en el porvenir. Porque
como dijo Benjamin en la Tesis XVIII, el tiempo actual resume en una grandiosa
abreviación la historia entera de la humanidad (y del lugar que ocupa la
historia humana en el universo) y la define como una “mónada” que cristaliza
las tensiones y la opciones actuales y porvenir.
En tercer lugar, la memoria
permite recuperar todas las luchas humanas significativas, sus desafíos y sus
creatividades, como patrimonios culturales contradictorios, como documentos de
cultura pero también de barbarie, con ello también la memoria de la lucha de
clases pues ésta actúa retroactivamente, y concretamente recuperar los
proyectos interrumpidos de los “condenados” o “malditos” de la historia, o sea
de los grupos dominados y subalternos que apuntaban a empujar los cursos
históricos hacia la sendas liberadoras de las opresiones.
En cuarto lugar, como un
compromiso ético-histórico no sólo para contribuir a redimir nuestros muertos
que nos heredaron sus historias y nos posibilitaron la vida porque nos
esperaron y nos soñaron, sino no permitir que se acabe el
flujo de la historicidad humana y con esta permanencia permitir que se sigan
cultivando los “secretos acuerdos” y los encuentros entre generaciones; además
contribuir a emancipar a los que están pidiendo nacer y continuar una nueva
historia
Así, en quinto lugar, reconocer
con profundidad histórica que estamos en el culmen del jetztzeit que
nos exige emanciparnos como clase y como población dominada ahora que somos más
de 90% de la humanidad y estamos a punto de ser derrotados por el apocalipsis
encarnado en los progresismos, los imperialismos y la lógica destructiva a que
nos lleva el capitalismo global y sus capitalismos nacionales y sectoriales.
Los caminos no están cerrados aún y la esperanza que nos da la historicidad
crítica abre espacio-tiempos para las praxis salvadoras y libertadores del
planeta y la humanidad.
Por último, recuperar, por un
lado, la propuesta de Walter Benjamin de ver las cotidianidades y las resistencias
y luchas como re-existencias y como oportunidades creadoras y revolucionarias
y, por el otro (Tesis XV), recuperar su propuesta de revolución como
apropiación intempestiva práxica-creativa de las fuerzas históricas (encarnadas
en la clases revolucionarias) no como constelaciones de acontecimientos sino
como tiempo-ahora colmado, activo y monádico, como una totalidad aceleradora o
catalítica necesaria para hacer saltar el tiempo-espacio, para a-saltar “como
tigres” el continuum de la historia y crear nuevos “calendarios” que son
“monumentos de memorias y fiestas”, de nuevas conciencias y de nuevas praxis
históricas y de la historicidad.
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Fonte: http://www.rebelion.org/ - La historicidad crítica de Walter Benjamin para los tiempos preapocalípticos actuales.