quinta-feira, 11 de dezembro de 2014

La profunda necesidad humana y el deseo de vivir

Escrevi o breve artigo aí abaixo para um periódico em língua espanhola.

Foto: "Untitled"
by YongJun Qin
Foto by YongJun Qin

Ivonaldo Leite

La cuestión de la “necesidad más profunda del ser humano” es polémica, pero como dijo Erich Fromm[1], tal vez sea posible considerar la  necesidad de superar la separatidad como uno de los sus principales desafíos. El total  fracaso en el logro de tal finalidad puede significar la locura, pues el pánico del aislamiento absoluto sólo puede vencerse mediante un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se disipa, ya que el mundo exterior, de lo cual se está separado, ha desaparecido.
En su existencia, el ser humano enfrenta la solución de un problema que es siempre el mismo, es decir, el problema de cómo transcender la propia vida individual y encontrar compensación. Habla la historia: es la misma cosa para el hombre primitivo que habita en cavernas, el nómada que cuida de sus rebaños, el pastor egipcio, el mercador fenicio, el soldado romano, el monje medieval, el samurái japonés, el empleado y el obrero modernos ¿Por qué?
Muy bien, el problema es el mismo pues nace en el mismo terreno, es decir, la situación del ser humano y sus condiciones de existencia. Hay más de un camino para llegar a la respuesta. Conforme enfatiza Fromm, la solución se puede alcanzar por medio de la adoración de animales, del sacrificio humano o las conquistas militares, por la complacencia en la lujuria, el renunciamiento ascético, el trabajo obsesivo, la creación artística, el amor a Dios, entre otros. Y si bien las respuestas son muchas no son, todavía, innumerables.
Por el contrario, en cuanto se dejan de lado las diferencias menores, que corresponden más a aspectos secundarios, se descubre que el ser humano sólo ha dado una cantidad limitada de respuestas, e que no pudo haber dado más en las diversas culturas en que vivió.
En verdad, las respuestas dependen, generalmente, del grado de individualización logrado por el individuo. En el infante, la yoidad se ha desarrollado apenas; él aún se siente uno con su madre, no experimenta el sentimiento de separatidad mientras su madre está presente. Su sensación de soledad es creada por la presencia física de la madre. Sólo en el grado en que el niño desarrolla su sensación de separatidad e individualidad, la presencia física de la madre deja de ser suficiente y surge la necesidad de superar de otras formas la separatidad.
De la misma manera, la especie humana, en su infancia, se siente una con la naturaleza. En suelo, los animales, las plantas, constituyen aún el mundo del ser humano, quien se identifica con los animales, como lo expresa, por ejemplo, el uso que hace de máscaras animales, la adoración de un animal totémico o de dioses animales. Pero cuanto más se liberta la especie humana de tales vínculos primarios, más intensa se torna la necesidad de encontrar otras maneras de escapar del estado de separación.
Un modo de alcanzar ese objetivo consiste en diversas clases de estados orgiásticos. Éstos pueden tener el aspecto de un trance autoinducido. Varios rituales de tribus primitivas ofrecen un vívido cuadro de este tipo de solución. Según parece, el ser humano puede seguir durante cierto tiempo, después de la experiencia, sin sufrir demasiado con el factor que causa su separatividad. Pero, lentamente, la tensión de la angustia comienza a aumentar nuevamente.
Volvemos al comienzo. La necesidad más profunda del ser humano parece tener caminos para marchar, pero no lugar para llegar.



[1] FROMM, Eric. El arte de amar. Buenos Aires: Paidós, 2010. 

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