quarta-feira, 7 de março de 2018

Clemente Estable, ciencia y educación



Por Jorge Liberati

ENFOQUE. Si bien una innovación pedagógica, o de cualquier otra naturaleza, obliga a investigar sus antecedentes históricos y la base teórica que gobierna sus proposiciones, el camino inverso resulta igualmente productivo. Se trata de partir de la teoría, desde un punto de vista general, y buscar luego cómo el objeto de estudio se acomoda a ella, escapa, modifica o, en fin, contribuye a refrescarla y enriquecerla, como es el caso del llamado “Plan Estable”. Es útil a los efectos de instalar la importante novedad que entraña en un marco apropiado, técnico e histórico, ayudando a evitar errores y omisiones tanto como ponderaciones exageradas. Merece la consideración más precisa, desde que, si bien está inspirado en el marco teórico de la pedagogía de su tiempo, representa una verdadera innovación y un regalo para la docencia, desde el punto de vista científico tanto como desde el de los valores humanos más elevados.

ESCUELA ACTIVA. En las primeras décadas del siglo XX se ponen en práctica varios planes escolares en escuelas de Europa y Estados Unidos, y aquí en el Uruguay, inspirados en una fuente común: la pedagogía del filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey (1859-1952). Para este hombre sólo la educación es capaz de llevar al individuo y a la sociedad a su máximo desarrollo, para lo que es imprescindible un diálogo altruista entre expertos en pedagogía y administradores de la educación formal y pública. En 1897 publicó Mi credo pedagógico, y en 1902 El niño y el programa escolar, libros en lo que están contenidas algunas ideas básicas que fueron suficientes para inspirar experiencias valiosísimas. Algunas de sus repercusiones fueron la escuela del trabajo de Kerschesteiner, la escuela a la medida de Claparède, la escuela activade Ferrière, el trabajo colectivo libre de Cousinet, los “ambientes” pedagógico de la maestra Montessori, el método de los proyectos de Kilpatrik, los famosos centros de interés del doctor Decroly, que influirán grandemente en las meditaciones de Estable, y las experiencias del mismo profesor Dewey como maestro de una escuela de campaña.
Este movimiento adquiere la denominación genérica de Escuela activa, quizá respondiendo a su aspiración por liberar al niño de una situación por demás pasiva: la del recipiente en el que se vuelca un contenido de información extraña y distante. Suelen mencionarse algunas de sus ideas o postulados fundamentales. El niño no es un hombre pequeño: existe una psicología propia de la infancia, que hay que estudiar y tener en cuenta. La enseñanza no puede ser proyectada desde las disciplinas del hombre, desde las ciencias, las artes, la historia, la ética, etcétera, sino desde los grandes centros de interés del niño. Dice Dewey en Mi credo pedagógico: “El verdadero centro de correlación de las materias escolares no es la ciencia, ni la literatura, ni la historia, ni la geografía sino las propias actividades sociales del niño”. Así, pues, la formación del niño no puede desarrollarse desde lo externo hacia lo interior sino desde “adentro hacia afuera”, es decir, incorporando el conocimiento a partir de la vida mental ya existente. La pedagogía debe significar la reconstrucción de la experiencia infantil por parte de los planes de enseñanza. No puede, tampoco, partir de lo superior para ir a lo inferior, desde el conocimiento sistemático hacia la base en formación, en trámite de adquirir las capacidades psicológicas superiores; de esta manera, debe ir “de abajo arriba”. El desarrollo mental no puede prosperar en abstracto y debe responder a las necesidades de la vida. Debe también desplegarse en vistas de integrar al niño a la colectividad.

TEORÍA URUGUAYA. Pero el marco teórico desde el cual debe examinarse a Estable incluye otras vertientes. En Uruguay tiene gran repercusión un libro de José Enrique Rodó de 1909, Motivos de Proteo, portador de una verdadera teoría acerca del desarrollo de la personalidad que, si bien es meditada desde lo ético y axiológico, contiene una pintura completa del drama de la vida humana. En 1918, además, se conocen las ideas pedagógicas de Carlos Vaz Ferreira, con involucramiento directo en la pedagogía y en los planes de enseñanza. El mayor filósofo uruguayo distingue la complementación posible entre dos procedimientos pedagógicos: la penetración y el escalonamiento, uno de carácter indiviso, en el que interviene el instinto (que llamaba “empírico”), y otro de carácter gradual, en el que se procede por etapas desde lo más sencillo a lo más complejo. Las ideas de quienes resultaron sus verdaderos maestros están claramente presentes en Clemente Estable. En 1925 las autoridades uruguayas autorizan una experimentación pedagógica en las escuelas de Malvín, Progreso y Las Piedras, en las que participan el mismo Estable, junto a los maestros Sabas Olaizola y Otto Niemann. Allí se aplicarán las ideas de la Escuela activa.

CIENCIA EXPERIMENTAL. Conociendo el interés de Estable por la obra del célebre neurólogo español Santiago Ramón y Cajal, el médico de su madre logró que se le otorgara una beca para estudiar con él en España. Pues bien, aquí radica otro marco teórico decisivo, este de carácter científico, que se refleja en el Plan Estable de manera especular. Porque la teoría de la neurona se convirtió en uno de los focos fundamentales de las investigaciones de Estable, por lo que llegó a perfeccionar las técnicas de observación (famosas dado que, además, encontraba una simiente estética en las preparaciones para el microscopio). Tiene un fuerte reflejo en la pedagogía el descubrimiento de las conexiones interneuronales, desde que sugerían la posibilidad de influir en ellas mediante la acción educativa. Venía a comprobarse la posibilidad de intervenir pedagógicamente en el perfeccionamiento de las aptitudes psíquicas. A fines del siglo XIX, además, se produjeron otros importantes avances de orden psicológico a raíz de las experimentaciones que llevaron a la teoría del reflejo condicionado, de Iván Pavlov, así como la noción de estimulación provocada, lo cual al fin desembocará, en la segunda mitad del siglo XX, en el desarrollo de la etología, de las ciencias del comportamiento y de la información humana.

APORTE DE ESTABLE. La idea basilar de Dewey, incorporar al niño como tal al plan de estudio, en Estable está de algún modo perfeccionada. El hecho de que la pedagogía debe atender el mundo del niño, la esfera en la cual él resulta el centro de la cognición, conduce a la concepción según la cual el trabajo en clase debe respetar siempre la causa y no la consecuencia (pedagogía causal). Más que la causa, en sentido estricto, interesaba a Estable el principio de las cosas, es decir, el arranque por el principio que está en el niño, y no por el final que constituye el saber adulto; no de adelante hacia atrás o de arriba hacia abajo, como puede aceptarse en la educación superior (que incursiona por disciplinas, teorías y áreas del saber), sino de atrás hacia adelante. Si el niño concurre a la escuela para incorporar el conocimiento, no es oportuno presentársele ese conocimiento en su forma ya elaborada. Debe inducírsele a que él lo elabore a partir de lo que ya posee por experiencia propia, que es copiosa. Eso requiere una modificación sustancial en los procedimientos pedagógicos.
            Concibe, pues, la manera de guiar al maestro según un orden temático estructurado por una lógica que responde a los intereses del niño. No estructurado en base a contenidos, grandes títulos, temas y subtemas con los que habitualmente se confeccionan los programas (inspirados en la que llamaba “pedagogía de presión normativa”). Si bien esos títulos reflejan las clasificaciones del conocimiento sistemático, no contemplan el punto de vista infantil, psicológica y lógicamente diferente. Esto muestra lo metodológico incluido en el plan, es decir, la modulación por la cual el maestro cuenta con la posibilidad de ajustar su trabajo a los requerimientos mentales y circunstanciales del alumno. De modo que el original orden del Plan Estable asimila y lleva a la práctica, quizá por primera vez en forma organizada, las nociones teóricas que flotaban en el ambiente y que provenían de Dewey y Decroly, y de los descubrimientos de la neurología, pero también de Vaz Ferreira y de la psicología de su tiempo.

EPISTEMOLOGÍA DEL PLAN ESTABLE. La estrategia de Estable, además de brindar un Plan para cualquier escuela posible, pública o privada, marginal o céntrica, pobre o rica, urbana o rural, por su naturaleza esencialmente lógica, o que puede explicarse mediante lógica, es susceptible de modificarse de acuerdo a las características del caso, de los conocimientos, de los maestros, de los discípulos. La psicología del niño responde a resortes y pulsiones que, en su desarrollo, responden de manera esperable, es decir, lógica, como la del adulto, por lo cual se puede planificar siempre. De esta manera, Estable indicó cómo se podía encarar la fenomenología, dejando para cada cual el orden de realidad reinante. En esto es creador de un método que, hasta entonces, descansaba en la intuición del docente o, en la mejor de las performances, en una racionalidad mecánica, deductiva y normativa, insensible en cuanto a las posibilidades psicológicas de la infancia.
            Puso las mejores miras en la formación de la personalidad, como José E. Rodó. Para Estable se trataba de la principal vocación y a la cual debía dispensarse el mayor esfuerzo pedagógico. De allí que su Plan no estimule ninguna especialización y que su orientación se exprese en el sentido de la formación integral. Esta formación integral, empero, fue concebida para consagrarse en la mente del niño, no en el programa multidisciplinario ni en la cantidad de profesores o de actividades extracurriculares, como hoy se cree. La integración se efectúa en el niño, en la aprehensión y comprensión de aquello que le ofrece la escuela y la vida. Tal fue el cuidado que puso el maestro en su planificación que se abstuvo de sugerir directrices de ningún tipo, vocacionales, ideológicas, filosóficas o religiosas. Impregnó su creación con cierta incredulidad, propia del científico, con lo que puso un poderoso freno a toda intención de usurpar la moral y los valores valiéndose de la acción educativa como forma de adiestramiento utilitario o enajenante.
           Debería hablarse, finalmente, de la suerte corrida por el Plan Estable, que fue autorizado por fin en el año 1939, aplicado merced al esfuerzo re-creador de algunas maestras vocacionales, a quienes, pese a su inteligente y esmerada acción, no se prestó asistencia de ningún tipo (aunque, al menos, tuvieron el permiso para llevarlo a la práctica) ni se les aplicó ninguna evaluación. El fuerte impacto que produjo, así como el aliento posterior de quienes como niños fueron sus beneficiarios, tampoco pudo impedir su lenta y paulatina evaporación del perfil curricular. Debe declararse con tristeza que hoy día, después de casi ochenta años, impera en las escuelas un clima de desolación pedagógica similar o peor al que reinaba antes del Plan Estable. No ha entrado la ciencia en la Escuela. Tampoco ningún reflejo de las varias y novísimas experiencias pedagógicas posteriores al maestro Estable, algunas inspiradas por su plan renovador y formador del ser humano.

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