(SANAR - https://www.sanar.org)
Según Kathryn Cunningham, director de
“Center for Addiction Research at the University of Texas Medical Branch
(UTMB)”, de Galveston, mucha gente ha probado drogas en algún momento de sus
vidas, pero sólo un pequeño porcentaje puede considerarse como adicta. Entre un
15 y un 20% de los consumidores de alcohol se vuelven adictos, mientras que el
porcentaje es más bajo, entre 7 a 10%, entre los consumidores de
estupefacientes.
¿Cuál es la diferencia entre un usuario casual
y un adicto?
¿Cómo saber cuándo se trata de una adicción o de un hábito?Según Cunningham, algunas señales de advertencia son:
- Cuando aparecen las quejas de familiares y amigos por el uso de drogas o
alcohol;
- Cuando comienzan los problemas en el trabajo;
- Necesidad de tomar más alcohol o consumir más cantidad de droga para
lograr los mismos efectos.
Adicción al sexo
El sexo es natural, es sano, es lo mejor, pero cuando comienza a
interferir en las tareas cotidianas a tal punto de que se convierte en una
obsesión, entonces es que algo anda mal. Los adictos al sexo, tienen una
compulsión por tener sexo una y otra vez y no pueden parar aunque ello les
traiga aparejadas consecuencias negativas. Algunos ejemplos de ello, pueden
ser: preferir el sexo virtual, navegar por páginas porno en Internet, en lugar
del sexo real con una pareja; relaciones sexuales que pueden poner en riesgo la
salud, entre otras.
Trastornos alimenticios
Entre los trastornos alimenticios más peligrosos para la salud, se
encuentran la bulimia y la anorexia. Factores de riesgo para ellos son: Baja autoestima, ansiedad,
depresión, así como la presión social en gran medida ejercida desde de los
medios de comunicación que fomentan la cultura de la delgadez.
LA ADICIÓN DE NUESTRA ÉPOCA
Por Javier
Sánchez García
Intensificar
artificialmente el placer sexual mediante cocaína, estimulantes como el éxtasis
y de otros tóxicos como los Popper, ha generado en los últimos años adicciones
mixtas (tóxico-sociales) de marcada gravedad y difícil tratamiento.
La
inmensa mayoría de consumidores de cocaína y alcohol inicialmente limitan sus
consumos adictivos a ambientes lúdicos y de sus encuentros sexuales o sociales.
Hoy sabemos que tanto la conducta sexual (y social) como el consumo de diversas
drogas se graban en nuestra química cerebral mediante la liberación de
dopamina.
Esta liberación
de dopamina se creía que producía el placer. La investigación más reciente ha probado que no
es así. La función más esencial de la dopamina es detectar, grabar y repetir
conductas necesarias para la supervivencia del individuo o de la especie
(alimentación, hidratación, descarga sexual, contacto social).
Por
desgracia, sustancias muy distintas pueden producir la misma
reacción. Cocaína, heroína, nicotina o alcohol riegan de dopamina zonas
de nuestro cerebro que forman el sistema de neuronas denominado circuito de
recompensa.
Complicando
aún más las cosas, algunas conductas sociales y de juego también producen
dopamina en este circuito de recompensa. Entre las sociales se cuentan
interacciones grupales de carácter excitante para el protagonista (una
conferencia, una obra teatral, un concierto multitudinario, un encuentro
deportivo mediático).
En la
línea lúdica, existen actividades “solitarias” mediadas por
máquinas que nos exponen a una súbita descarga emocional (tragaperras,
videojuegos, chats por ordenador, deportes de riesgo o extenuantes). También
este tipo de experiencias quedan registradas en nuestro circuito de recompensa
mediante dopamina.
Nuestras
neuronas menos sofisticadas no distinguen las reacciones químicas causadas por
estímulos naturales de todas las debidas a drogas o conductas de riesgo. Una
vez hemos contactado suficientes veces con el alcohol, la cocaína o la
nicotina, el deporte de riesgo o una relación sexual, nuestro circuito de
recompensa considera tan absurdo dejar esas sustancias o conductas adictivas
como lo sería dejar de comer o de ingerir agua.
La
vulnerabilidad de este sistema es individual y genética, pero la capacidad de
las sustancias y conductas adictivas de producir dopamina es universal y muy
superior a la de los estímulos saludables. Por economía básica cuando se consolida la adicción, se desechan “segundos
platos” como la alimentación o el autocuidado. Debido a que “la
dopamina llama a dopamina” gatillos como la copa después de la comida, el
encuentro sexual, la quedada con los amigos disparan el deseo imperioso de
consumo de sustancias (nicotina, cocaína, más alcohol) o el ansia por conductas
arriesgadas, cerrando el círculo vicioso de la adicción.
¿Significa
esta espada de Damocles sólo una amenaza? Antes al contrario, permite entender cómo paliar el deseo de consumo o conductas
adictivas cuando se intentan interrumpir. Una nutrición no hipercalórica
ante el aumento del apetito al dejar el tabaco, compensar con comidas dulces o
chocolate el alcohol o la cocaína que se quiere abandonar, o potenciar el
reencuentro social o la práctica de ejercicio físico pueden ayudar a engañar a
nuestro circuito de recompensa durante las primeras fases de la abstinencia.
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