Por Ramiro Quintana
Las dos novelas publicadas por Laurent Binet (París,
1972) comparten un mismo señuelo: su asunto, nomás esbozado, resulta
convocante. En HHhH, que salió en
español en 2011, el autor se ocupaba del jerarca nazi Reinhard Heydrich, uno de
los principales ideólogos del Holocausto, poniendo la lupa en la Operación
Antropoide, es decir, el ataque del que la resistencia checa lo hizo objeto en
mayo de 1942.
Ahora, en La
séptima función del lenguaje, Binet toma como punto de partida la tarde del
25 de febrero de 1980 en que el crítico y teórico Roland Barthes, tras almorzar
con el líder socialista François Mitterrand, es atropellado por una camioneta
cuando cruzaba la rue des Écoles en dirección al Collège de France. El
accidente no resulta fatal, pero aun así Barthes morirá, luego de pasar un mes
internado en el hospital de la Pitié-Salpêtrière, víctima de complicaciones
pulmonares.
Sin embargo, y he aquí el gancho de esta novela, Binet
introduce desde el vamos la hipótesis de que a Barthes, en realidad, lo
asesinaron. No es ésta, hay que decir, la primera vez que Barthes aparece como
personaje en una novela ni será, vale aventurar, la última. Pero ahora vienen
al caso dos de ellas: Mujeres (1983),
de Phillipe Sollers, y Los samuráis (1990),
de Julia Kristeva. Aunque fraseológicamente muy diferentes, estas novelas
comparten, la una con la otra, un sesgo autobiográfico y crepuscular, y con La séptima función del lenguaje, un elenco
conformado por la crema del estructuralismo y posestructuralismo, por los
agitadores de la señera revista Tel Quel,
por los representantes de lo que las universidades norteamericanas denominaron
French Theory. Aparecen Jacques Lacan, Michel Foucault, Louis Althusser,
Jacques Derrida, Gilles Deleuze y Tzvetan Todorov, entre muchos otros, y Binet,
claro, no pierde oportunidad aquí de convertir también en personajes centrales
a Sollers y a Kristeva. Cualquiera de los mencionados es sospechoso, en este policial con pretensiones
semiológicas, de haber participado en la muerte de Barthes. Pero ¿por qué
querían asesinar al autor de Fragmentos
de un discurso amoroso? Para robarle un manuscrito de dos carillas en el
que se formula la "séptima función del lenguaje", una función de
carácter performativo, que "permite a quien la domina convencer a
cualquiera de cualquier cosa en cualquier circunstancia". Tal función se
suma, pues, a las seis funciones del lenguaje registradas por el lingüista Roman
Jakobson. La motivación para quedarse con ese manuscrito es, tanto por parte de
los políticos como de los intelectuales, obvia: la obtención de poder. Bien
puede tratarse del sillón presidencial de Francia, bien de adueñarse del máximo
título del Logos Club, asociación semisecreta en la que se dan cita
intelectuales y políticos para enfrentarse en duelos retóricos.
Como todo relato
policial, La séptima función del
lenguaje también tiene sus investigadores. Suerte de Sherlock Holmes y
Dr. Watson algo desangelados, aquí la dupla la conforman Jacques Bayard, un
cerril comisario de policía que combatió en la guerra de Argelia, y Simon
Herzog, un progresista profesor universitario con conocimientos en semiología. El
itinerario investigativo los lleva a sitios variopintos: un sauna gay
frecuentado por Foucault, la Drogheria Calzolari de Bolonia donde se encuentran
con Umberto Eco, la Cornell University de Nueva York, en la que se celebra un
congreso sobre el giro lingüístico.
--------------------
Publicado por La Nación - https://www.lanacion.com.ar/1998038-resena-la-septima-funcion-del-lenguaje-de-laurent-binnet