domingo, 8 de abril de 2018

Sublime objeto ignorante

Resultado de imagen para El sublime objeto de la ideología

Por Ivonaldo Leite
La ideología remite a muchas personas la imagen de una cárcel donde ninguna ventana  se comunica con el exterior, sin ningún agujero ofreciendo un punto de fuga. Estructura el modo de pensar y de percibir la realidad.  
Como dice Zizek, la ideología tiene un punto de cinismo, pues implica un mínimo de conocimiento por parte de quien ella involucra. O sea, a pesar de existir una ignorancia de los verdaderos resortes, de la dirección de la maquinaria, en el fondo, algo se sabe acerca de cómo funciona todo. Pero, la ideología tiene que pasar desapercibida, debe sustraerse a todo reconocimiento; si no lo hace, acaba su sortilegio.
Se puede decir, sin embargo, que el funcionamiento de su maquinaria conta con la complicidad de la “comunidad” y con los “favores” del sujeto. Éste entra en lance sin tapujos, y sabiendo que la realidad social se diferencia de la orden de las ideas, habiendo una brecha entre ambas, pero, incluso y así, mantiene su ignorancia como base de su existencia social. Teniendo ello en cuenta, es pertinente el enfoque zizekeano que relaciona ideología con la perspectiva psicoanalítica de Lacan. Es decir, señala que, en cierta manera, dicha característica de lo ideológico entronca con la naturaleza del síntoma, a saber: configuración ritual cuya forma y consistencia implica un desconocimiento. Dicho en otras palabras, el sujeto goza (en sentido psicoanalítico-lacanianao) de su síntoma en tanto que implica necesariamente un no querer saber. Por ello, puede afirmarse sin ambages que toda ideología es, en última instancia, sintomática.
Si el individuo llega a tener percepción de la línea divisoria que hay entre su mundo concreto y el mundo de la ideología, y no quita la máscara ideológica que envuelve su cotidiano, es porque la elaboración ideológica hace entrar en juego la fantasía como forma de nutrir el imaginario que organiza la percepción del sujeto. Ésta se manifiesta de manera muy efectiva en el caso de la relación mercantil. Por ejemplo, sabemos que detrás de las relaciones mercantiles hay relaciones intersubjetivas. O sea, en cualquier transacción hay vínculos entre sujetos que buscan un dividendo. Ahora bien, en la practica se actúa como si el dinero y la mercancía tuviesen una existencia independiente o bien fuesen la encarnación absoluta de esas relaciones intersubjetivas. De esta forma, los sujetos aparecen como fetichistas de la mercancía, pero el análisis objetivo revela que el dinero y la mercancía no tienen una realidad independiente. Paradójicamente, se toma conocimiento de ello, y, aún así, se actúa como si no lo supiera. Esto da lugar a la fantasía ideológica, o sea, la doble ilusión de pasar por alto la ilusión que define y vertebra nuestra realidad con el mundo social.
Por lo tanto, la ideología se sustenta en una fantasía inconsciente que agrega la experiencia del sujeto y lo moviliza consonante sus intereses. Las personas se mueven por ella y creen a pies juntillas en ella. Creencia, debemos leerla en términos de enlaces subjetivos, pero también más allá de lo estrictamente fenomenológico, pues implica siempre una materialización. Sin embargo, la creencia mantiene la estructura ideológica que regula la realidad social. No obstante, ello no significa el predominio de una perspectiva conductista (inepta), pues la intervención de la actuación externa, que también regula la creencia, es siempre el soporte material del inconsciente. Como resultado de ello, existe una interconexión entre inconsciente y acción del sujeto.
En resumen, podemos decir que el aspecto central de la ideología es la construcción de una fantasía que aparenta ser el sustentáculo básico de nuestro mundo social, cuando, al fin y al cabo, es una ilusión que busca producir el universo axiológico que regula la nuestra existencia.