Miguel Ángel Santos Guerra é Doutor em Ciências da Educação e docente da Universidade de Málaga/Espanha, sendo um autor com  estudos sobre organização escolar, formação de professores e cinematografia. Partilhamos o mesmo espaço na Revsita Portugesa A Página da Educação, onde ele também escreve. O texto que dele a seguir reprouzo é, existencialmente, instigante. Trata da indagação sobre o suficiente para viver. Indaga ele:   ¿Dónde se coloca esa raya que separa lo que es necesario para vivir y lo  que es superfluo? Esa raya que marca el suficiente, ¿tiene solo que ver  con cosas materiales o incluye también otros bienes del espíritu  relacionados con el arte, la cultura, la música, el cine, el teatro o el  deporte? ¿Es verdad que no es suficiente el pan para vivir? 'O suficietne é mais do que suficiente', entende ele. 
Suficiente es más que suficiente
Miguel Ángel Santos Guerra
No es fácil de traducir, pero creo que la idea es magnífica. Me refiero  al título y contenido del libro “Enough is plenty”. Me he decidido por   la traducción “suficiente es más que suficiente” aunque muy bien podría  haber elegido alguna de estas otras  opciones: “suficiente es todo”,  bastante es suficiente,  “suficiente es bastante”, “bastante es  demasiado”, “bastante es todo lo que se necesita”, “suficiente es  suficiente”, ”suficiente es un montón”, “suficiente es mucho o  muchísimo”…  Todas estas versiones tratan de reflejar, además del  enunciado de la expresión inglesa, el contendido del interesante libro  de Anne B. Ryan, profesora de la Universidad Nacional de Irlanda, que  lleva más de diez años investigando en lo que podríamos llamar la  “filosofía el suficiente”.
 ¿Dónde se coloca esa raya que separa lo que es necesario para vivir y  lo que es superfluo? Esa raya que marca el suficiente, ¿tiene solo que  ver con cosas materiales o incluye también otros bienes del espíritu  relacionados con el arte, la cultura, la música, el cine, el teatro o el  deporte? ¿Es verdad que no es suficiente el pan para vivir?
Y, sobre todo, ¿quién la señala el punto exacto donde se sitúa la  línea de lo necesario? Porque hay muchas personas interesadas en que la  raya esté muy alejada de nosotros, cercana al infinito: publicistas,  comerciantes, vendedores… Si  se coloca en el horizonte será una raya  siempre inalcanzable por mucho que caminemos.
El peligro de colocar ese tope muy alto se incrementa cuando pensamos  en los hijos y en las hijas. Es decir, cuando creemos que es nuestra  obligación dejarles la mayor cantidad  de dinero,  el mayor número de  posesiones y de bienes posible. A costa, a veces, de sacrificar la  felicidad presente. Queremos inundarlos de cosas, pretendemos que no  carezcan de nada. Deseamos que, cuando se comparen con sus amigos, nunca  se queden atrás. Y ellos y ellas, a veces, nos lo exigen. Porque  quieren tener más que los amigos y compañeros. Esta prenda de marca,  este ordenador de última generación, esta moto que nadie tiene…
Recuerdo una pequeña historia de la que conozco muy diversas  versiones. Un pastor está apaciblemente sentado debajo de una encina  cuidando su rebaño. Dormita a la sombra observando cómo pastan  sus  ovejas.  Es una hermosa y soleada mañana primaveral.
Por la vereda pasan dos hombres de negocios que detienen su coche para saludar al relajado pastor.
- ¿Este rebaño es suyo?
- Así es.
- ¿Cuántas ovejas tiene?
- Ciento cinco, exactamente.
- ¿Y no ha pensado usted en hacer una explotación de la leche de sus ovejas?
- ¿Para qué?, pregunta el pastor,
- De esa forma podría obtener pingües beneficios y así podría comprar otras tantas ovejas.
- Pero, ¿para qué?, insiste el pastor,
- Así podría ampliar su producción de leche y aumentar considerablemente sus beneficios.
- Pero, ¿para qué?, repite socarronamente el pastor.
- De esa forma podría invertir de nuevo en la compra de más ovejas.
- Pero, ¿para qué?, repite de nuevo el pastor.
- Porque de ese modo, cuando tenga muchas ganancias, podría usted vivir tranquilo y sentarse a descansar.
- El pastor, calmadamente, es quien ahora pregunta a los atónitos paseantes:
- ¿Y qué es lo que estoy haciendo ahora mismo?
- Así es.
- ¿Cuántas ovejas tiene?
- Ciento cinco, exactamente.
- ¿Y no ha pensado usted en hacer una explotación de la leche de sus ovejas?
- ¿Para qué?, pregunta el pastor,
- De esa forma podría obtener pingües beneficios y así podría comprar otras tantas ovejas.
- Pero, ¿para qué?, insiste el pastor,
- Así podría ampliar su producción de leche y aumentar considerablemente sus beneficios.
- Pero, ¿para qué?, repite socarronamente el pastor.
- De esa forma podría invertir de nuevo en la compra de más ovejas.
- Pero, ¿para qué?, repite de nuevo el pastor.
- Porque de ese modo, cuando tenga muchas ganancias, podría usted vivir tranquilo y sentarse a descansar.
- El pastor, calmadamente, es quien ahora pregunta a los atónitos paseantes:
- ¿Y qué es lo que estoy haciendo ahora mismo?
La postura del pastor está cargada de lógica. Tiene lo necesario para  vivir. Vive felizmente. Tiene bastante. Lo suficiente, para él, es más  que suficiente. El podría haber dicho con toda la razón del mundo:  Enough is plenty. Me he imaginado muchas veces al pastor metido en la  vorágine de los negocios, con la angustia de que se produzca la ruina,  con el temor de que aparezcan competidores sagaces que le lleven a la  miseria, con el pánico de que se produzca una crisis incontrolable que  de al traste con todos los beneficios… He imaginado al pastor sin  dormir, levantándose temprano, acostándose lleno de zozobra, trabajando  de sol a sol… “Quien no es feliz con poco, no lo será con mucho”, decía  Lao Tse.
Pudiera pensarse que la actitud del pastor es conformista y perezosa.  Pero tiene un enorme fondo de cordura. La alternativa que le ofrecen es  vivir con la angustia del crecimiento, del tener más, de que nada  falle. La alternativa, a la espera de una hipotética paz, es un vida en  guerra permanente contra todo y contra todos. Tener más. Ganar más. ¿  Para qué?
Se incrementa el problema desde el interés del comercio y de la  publicidad en anunciarnos y vendernos la felicidad empaquetada a través  de las compras. Y acabamos convirtiendo en lemas de la vida los  siguientes enunciados: “tanto tienes, tanto vales”, “tanto compras, tan  feliz eres”, ”tanto consumes, tanto disfrutas”… La ambición, entonces,  no tiene límites. Suficiente es más que suficiente. ¿No viviríamos mejor  de una manera más austera, sin necesidad de tantas cosas, de tantas   necesidades creadas?  Estamos corriendo y no sabemos parar. Viene de  antiguo el consejo: la felicidad no reside en tener muchas cosas sino en  saber prescindir de ellas.
Cuando leemos o escuchamos que ha habido un caso de corrupción en el  que una persona (o una familia)  ha acumulado de forma torticera miles  de millones, nos preguntamos sorprendidos: ¿no tenía suficiente par  vivir? Sí, pero, ¿dónde se pone la raya del suficiente?  Sería un signo  de inteligencia el poner un límite a la codicia. Somos inteligentes  cuando vivimos felizmente, no cuando acumulamos dinero, fama o poder  mientras seguimos siendo desgraciados. En palabras de Thomas Jefferson:   “No son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo  los que proporcionan la felicidad”.
Ya sé que puede parecer cínico decirle a una familia con necesidades  que “suficiente es más que suficiente”,  ya que ellos no tienen bastante  para vivir y están pasando calamidades. Esas personas tienen otro  problema.  La vida les ha colocado la raya de una forma injusta y  dolorosa.  La vida les ha dicho: “tenéis que vivir con esto”. Y esto no  es, quizás,  suficiente. Ellos tienen el problema de ver cómo hay gente  que derrocha mientras ellos pasan necesidades. Tienen que aprender a  dominar el odio ante tantas diferencias y tantas injusticias, ante un  reparto tan desproporcionado. Pueden hacer suyo el sentir de Walt  Witman: “He aprendido que estar con aquello que me gusta es suficiente”.  No tienen por qué resignarse, pero han de saber que pueden ser felices  con poca cosa.
-----------------
Fonte: http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/
Nenhum comentário:
Postar um comentário